Kimba pa’ que suene

Kimba pa’ que suene

El reguetón sigue triunfando entre la juventud en países como Cuba. Negra Cubana pone en valor su potencial para desafiar la moral conservadora y sacar a la luz realidades incómodas, sin obviar su innegable tendencia a la misoginia y la representación de las mujeres como objetos sexuales.

29/07/2014

Imagen de la campaña ‘Usa la razón, que la música no degrade tu condición’

Kimba pa’ que sueneQuizás sea el reguetón el género musical que más opiniones encontradas alimente, personas de un lado lo sacramentan y otros lo vilipendian. Como quiera que sea los y las jóvenes, al menos en Cuba, siguen consumiéndolo.

Diariamente continúan apareciendo temas cada vez más “calientes” que se consumen en la oscuridad de los bares y clubes, allí donde no llegan ni los padres y madres y mucho menos las políticas culturales del país. Porque, aunque nos duela reconocerlo, a esa hora de la madrugada, cuando la ciudad duerme, se mueven otras estrategias de consumo cultural y también otros productos que nada tiene que ver con lo que pretendemos los más mayorcitos.

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El reguetón, como otros géneros que lo hicieron con anterioridad, ha sacado a la luz determinados temas álgidos que nos hablan de una parte importante de la sociedad cubana. Eso ya lo hizo la trova en su momento, el rap, la mismísima guaracha. Cada uno de estos y otros géneros ha descubierto una sociedad a la cual hemos estado de espalda, y que aun de frente pretendemos ignorar, sobre todo quienes intentan tener una vida “más ordenada”, por llamarla de algún modo.

La pacatería oficial cubana llega al punto de no hablarse de temas harto visibles como el sexo comercial o la pornografía. La Aduana General de la República aun tiene entre sus artículos prohibidos aquellos que supuestamente atentan contra la moral y las buenas costumbres. Todo esto sucede al mismo tiempo en el cual la gente se “repella” en las guaguas (buses), existen “sitios de encuentros” donde se tiene sexo al aire libre y que una buena parte de la población conoce tácitamente. En una sociedad además donde la uniformidad fue en algún tiempo el valor más socorrido y donde muchas cosas se pueden clasificar como “enfermizas” o fuera de “lo normal”, escuchar reguetón puede ser percibido como algo vulgar, propio de la “chusma”.

En Cuba, en el 2011, nos entretuvimos por un tiempo con aquel videoclip de un tema de Osmany García de la canción homónima ‘Chupi chupi’. La discusión llegó a tal punto que el vídeo fue sacado de la lista de nominados a los Premios Lucas del año, y hasta se le acusó de deshonrar la tradicional cultura cubana. La discusión pasó también por el rol asignado a la mujer en ese vídeo, la que sin duda aparecía como objeto sexual.

Pero los reguetoneros no sólo han hecho ruido por hablar de sexo. Con anterioridad, en el 2010, había sido el tema ‘Cerro cerrao’ del Insurrecto el que le movió el piso a la nación entera cuando nos puso ante nuestras miradas una Cuba inexistente para algunos. Esa Isla donde se excluye lo diferente y luego se invisibiliza. Una Cuba de cárcel, sobrevivencia, ilegalidad, delitos, resistencia, de balsas destino Miami.

Hay quien llega a hablar de circuitos segmentados de consumo de esta música, uno más underground, que por la agresividad del mensaje solo puede ser consumido en los clubes, bares y fiestas, y uno más light que permite que los temas puedan presentarse en los medios de comunicación, entiéndase en la radio y la televisión. Y como pasó como el rap, no hay músico o música cubana conocido, o por conocer, que ante el boom del reguetón no haya incluido su estrofita de en un tema o hecho un featuring con el reguetonero del momento, como la emblemática Haila con la única reguetonera reconocida en Cuba, Patry White.

En ese contexto, lo verdaderamente interesante es que el reguetón ha expuesto todos esos temas sin matices ni mediaciones, como diríamos en Cuba “directo al corazón”. A lo cual se suma el uso efectivo de las nuevas tecnologías -los jóvenes lo saben hacer muy bien además-, que implica la posibilidad de grabar un tema en un estudio casero o hacer un videoclip de magnífica factura con tan solo una cámara digital y una computadora. No puedo imaginarme lo que hubiera sido de aquel grande de la música cubana, El Guayabero, si en vez de salir cantando sus temas sobre ‘Marieta‘ [“Marieta por un trabajo me cobra tres cuatro reales, mi vida eres muy carera, yo puse los materiales”] o sobre ‘Amarren el perro que muerde callao’ se le hubiese hecho un vídeo a cada uno de esas líricas con doble sentido.

Igual, los cultivadores del reguetón han sabido apropiarse de varias estrategias de publicidad novedosas en Cuba, donde se destacan el envío de SMS masivos que en 160 caracteres anuncian sus conciertos, como la ya usual entrega de flyers en las calles.

El reguetón, como todas las cosas de la vida, puede ser leído desde varios ángulos. Y para ser justa, no es posible, a pesar de los estereotipos y los prejuicios, hablar del reguetón en general a la hora de pretender desconstruir su discurso. Dentro de los movimientos musicales y culturales, también es posible advertir diferencias entre unas y otras tendencia, así como exponentes particulares que no siguen los discursos y los modos de hacer más populares o socorridos.

En Cuba tenemos por ejemplo, la agrupación Kola Loka, procedente del oriente del país, que se ha diferenciado por hacer uso de un lenguaje hilarante y de situaciones cotidianas cubanas para problematizar algunas zonas y ámbitos de la sociedad. El mejor ejemplo es ‘La Estafa del Babalawo’, que ironiza sobre la tendencia a recurrir a la santería para solucionar desgracias:

Claro, tampoco hay que pedirles demasiado. Sabemos que para entrar en el código del género se necesitan contorsiones evidentes de mujeres desnudas, y a hacia allá también han girado los Kola Loka. Sin embargo, respecto al lenguaje, su propuesta, usando el humor, se ha mantenido en una tesitura más precavida que las que han despertado quejas y denuncias.

‘Sácale el jugo a la caña’

Circula en estos días por Internet una campaña social contra el reguetón o, mejor, tratando de representar cuáles son los valores que ese género nos propone. Genial idea que enfrenta a quienes no quieren ver los árboles que componen el bosque. Examinar palabra por palabra, cuadro a cuadro, nos puede llevar a un resultado sorprendente. Desde Colombia, las fotógrafas y comunicadoras audiovisuales Alejandra Hernández, Lineyl Ibáñes y  John Fredy Melo, han puesto en imágenes las letras de populares temas como ‘En la cama’ (Daddy Yankee), ‘Pa’ que retozen’ (Tego Calderón) y ‘Bellaquera’ (Arcángel), entre otros. “Usa la razón, que la música no degrade tu condición” es el nombre de esta campaña que pretende alertar acerca de los contenidos sexistas y misóginos del género bailable del momento, el que de tan pegajoso ha llegado a lugares insospechables como Europa o Asia. La meta de estos artistas ha sido interpretar el sentido liberal de esas líricas, el que no siempre es presentado en los vídeos.

Si intentásemos aplicar esta experiencia a un par de temas firmados por reguetoneros en la isla, nos encontraríamos con resultados asombrosos que muchos de los videoclips eluden. Por lo general estos están llenos de mujeres que se contonean alrededor de un cuerpo masculino, pero la letra dice mucho mas que eso. En ‘Son muchas cosas’, Jacob Forever nos dice: “Mira como vengo que ni yo mismo no me soporto, matando con la larga a todo esos cortos … quítate que traigo fuerte el gatillo”… “tírale bomba”. Pretendiendo llevar a imágenes fotográficas lo que este fragmento del tema propone, tenemos que pasar necesariamente, según el imaginario popular cubano, por la armas. La larga me sugiere “armas largo”, y lo del gatillo se sobreentiende, al igual que lo de la bomba. De manera que, de poder construir una imagen a partir de tales fragmentos, escogería a un tipo, de esos que tienen “abdomen de lavadero”, armado hasta los dientes, que reta a quienes no pueden responderle a su altura, quizás por jóvenes, quizás por flojos. Es la alabanza del hombre macho y el descrédito del otro considerado débil.

‘Kimba pa que suene’, de Los Principales, comienza de este modo: “Hoy me desperté con ganas y no había nadie en la casita, menos mal que tengo a manuela, menos mal que tengo a manuelita… mírala como se va mírala como se viene… kimba pa’ que suene…”. Además, el tema se refiere en varias oportunidades a que esta muchacha no quiere tener sexo, pues es virgen, y es cuando él le dice: “Que tí no me engañas, si tu no kimba sácale el jugo a la caña”. En Cuba todas las personas sabemos que “manuela” no es un nombre propio (por eso lo escribí en minúsculas), sino que se le llama a la masturbación masculina, -la femenina que yo sepa no tiene nombre propio asociado-, y su nombre proviene de “mano”. Venirse hace referencia a alcanzar el orgasmo. Y sacarle el jugo a la caña se refiere al sexo oral de la mujer hacia el hombre. Concluyendo: “Si no quieres que te la meta, por lo menos mamámela”.

Muy a pesar de los pronósticos, lo cierto, el reguetón es consumido también por los “fiñes”, entiéndase niños y niñas, y “perreado” por hembras y machos. Quizás sea esto lo que nos mantiene sobre alerta, porque una sociedad que pregona que “los niños son la esperanza del mundo” no concibe imaginarlos tarareando esas letras.

Como amante de la música cubana y como bailadora también, considero que, a riesgo de parecer contradictoria, hay un reguetón con el cual podría llegar a perrear, pero con otro, este que he me propuesto re-construir en imágenes, ni modo. Prefiero la polka rusa.


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