Del ‘Homo Cañetus’ a la política con perspectiva de género

Del ‘Homo Cañetus’ a la política con perspectiva de género

Aprovechamos el último improperio del exministro de Agricultura para reflexionar sobre cómo despojar a la Ciencia Política de su androcentrismo y sacar al feminismo del gueto académico y activista en el que se quiere mantener

20/05/2014

Alba Alonso y Lucas Platero

Arias Cañete, Rajoy, Ban Ki-Moon y García Margallo en una reunión de alto nivel copada por corbatas./ Casa de América

Arias Cañete, Rajoy, Ban Ki-Moon y García Margallo en una reunión de alto nivel copada por corbatas./ Casa de América

Tras un debate televisado con Elena Valenciano, el exministro Agricultura Arias Cañete afirmó en el programa ‘Espejo Público’ de Antena 3 que “debatir con una mujer es más difícil”. Por si no fuera suficiente, sostuvo que “si la acorralas y muestras tu superioridad intelectual, quedas como un machista”. Entendemos que en ningún caso se le ha ocurrido que se puede debatir sobre las ideas en lugar de “acorralar” a las personas con las que debates, o que “acorralar a una mujer” tiene una connotación violenta que sugiere un tinte sexual. También se le escapa intencionalmente que es posible encontrarse con políticas que debatan con más ingenio y conocimiento, o simplemente con mejores propuestas – y por tanto que “le puedan acorralar” a él, muy probablemente sin ese tinte sexual-. Sin duda, este tipo de comentarios genera un gran desapego de buena parte de la ciudadanía, que estamos hartos y hartas del machismo cotidiano que se gastan estos “servidores públicos”.

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Quisiéramos aprovechar esta oportunidad que nos brinda Cañete (gracias por deleitarnos con lo que realmente piensas), para discutir las posibilidad de hacer política, e incluso ciencia política con perspectiva de género y sin este acervo machirulo. Vamos a tomarnos muy en serio esta pregunta, y al tiempo permitámonos cierto cachondeo para hacer vivible es tiempo que nos toca.

En Ciencia Política se sigue presentando como neutral aquello que es masculino o ligado a los varones. Se considera “muy positivo” realizar estudios específicos sobre mujeres, pero sin afectar a los debates centrales

Aunque estemos en periodo de liquidación por cierre, el marco normativo en materia de igualdad de género del Estado español se encuentra, o más bien se encontraba, entre los más avanzados del mundo. Ello a pesar de que ni las políticas eran perfectas, ni se había conseguido todo lo que los movimientos sociales críticos estaban planteando. En lo que respecta a incorporar el saber generado por los estudios feministas a la investigación y a la docencia, las normas existentes son bastante ambiciosas. La ley de igualdad de 2007 estipulaba que las universidades debían fomentar la enseñanza y la investigación relativas a la igualdad entre mujeres y hombres, de modo que se promoviera su inclusión en los planes de estudio, se crearan posgrados específicos y se realizaran trabajos especializados. ¡¡Casi nada!! Incluso, se disponía que para cumplir con estas y otras funciones cada centro de educación superior debería crear su propia unidad de igualdad. Esto suena bien, y de hecho coincide con las demandas de las asociaciones universitarias que así lo han reclamado, hartas de las situaciones injustas que vive el alumnado.

La ley de ciencia aprobada en 2011 ahondaba en esta perspectiva y disponía que el género ha de ser una categoría transversal en todo el proceso investigador (marco teórico, preguntas etc.) y que la igualdad ha de ser un principio que rija el funcionamiento de las organizaciones científicas. En definitiva, que la ciencia ha de estar hecha también por y para las mujeres. ¡Toda una locura! (léase con ironía y pensando qué espacios ocupan las mujeres en la política y en la ciencia política).

Se podría pensar que con estas leyes de igualdad “nos las prometíamos felices”, en la medida que se hacía visible el compromiso para generar acciones que visibilizaran a las mujeres y las relaciones de género en la ciencia. De hecho hace tan sólo unos años no estábamos pensando en el circo que Cañete y cia. nos montan a diario, pagados además por nuestros impuestos.

Sin embargo, también forma parte de nuestro saber feminista conocer la distancia que existe entre hacer y aplicar las leyes, y entre alcanzar la igualdad formal y la igualdad efectiva. Y así ha acontecido en la práctica cuando nos referimos al estudio de la Ciencia Política. Éste ha continuado siendo un ámbito dominado por un conocimiento que se muestra como “objetivo”, y al igual que en otras disciplinas, que presenta como neutral aquello que es masculino o ligado a los varones, o que los toma como medida universal para una ciudadanía compuesta de realidades plurales. ¿Y que pasa con la realidad de las mujeres? Pues que se considera “muy positivo analizarla y realizar estudios específicos” sobre la misma. Eso sí, sin afectar a los debates centrales de la disciplina ni intentar reorientar sus análisis, preguntas o enfoques. Y desde luego, sin la masa crítica suficiente que impida que los Cañetes puedan hacer estas declaraciones sin tener que irse a su casa con la cara colorada y habiendo dimitido.

Si el estudio de la política y de lo político versan esencialmente sobre el poder, su ejercicio, sus prácticas o sus efectos, las desigualdades no pueden ser consideradas un asunto marginal o sectorial

En un momento como el actual, donde la política misma está denostada por la corrupción, el clientelismo y el comportamiento elitista, y se ha olvidado de las necesidades de la ciudadanía, es más necesario que nunca romper esas barreras y sacar al género del gueto académico y activista en el cual se nos ha querido mantener.

Ahora más que nunca es importante evidenciar que no queremos este tipo de política, ni estos políticos rancios que puedan salir en público a decir la primera machirulada que se les ocurra, dicho además para justificar que no estuvieron a la altura del debate político. También es imprescindible visibilizar la investigación y las iniciativas docentes que apuestan por incorporar la “perspectiva de género”, que no es otra cosa que señalar las ausencias, ofrecer datos de la desigualdad, mostrar cómo afectan diferencialmente las políticas y las leyes a mujeres y hombres en función de su clase social, sexualidad, procedencia étnica y cultural, diversidad funcional, lengua materna y otras desigualdades, que están a su vez interrelacionadas. Porque si el estudio de la política y de lo político versan esencialmente sobre el poder, su ejercicio, sus prácticas o sus efectos, este tipo de desigualdades no pueden ser consideradas un asunto marginal o sectorial. De hecho, también estamos hablando de poder cuando Cañete, u otros personajes de este u otros partidos, desprestigian la política no estando a la altura de los tiempos y de la ciudadanía a la que se dirigen. ¿Somos tontas? ¿No votamos? ¿De verdad piensan que no nos enteramos? ¿No somos parte de la ciudadanía?

Para afrontar el enorme desafío de repensar el papel de las mujeres y de las relaciones de género en la política resulta necesario ir bien pertrechadas de herramientas. El libro ‘Ciencia política con perspectiva de género’, recientemente publicado por Akal Editorial, constituye una propuesta innovadora a este respecto. No sólo demuestra que es posible ceñirse a una disciplina y aplicar una mirada feminista sobre la misma, sino que lo hace real y tangible. Se podría decir que este libro viene “listo para abrir y hacer política”. Esta iniciativa reúne autoras que han hecho contribuciones importantes a la Ciencia Política en el Estado español y propone el reto de presentar una introducción general al estudio de esa disciplina, aunque incorporando los hallazgos realizados por los estudios de género. Busca así vencer las barreras que separaban ambos espacios y visibilizar aquellos ámbitos donde las preguntas y respuestas tradicionales de la Ciencia Política se han visto cuestionadas y enriquecidas por los trabajos que adoptaban una perspectiva feminista. Así, se evidencia que aspectos tan centrales como el comportamiento político, las políticas públicas o las instituciones se ven afectados por la presencia de desigualdades y que tienen un notable impacto en la vida de las mujeres. También que conceptos clave como los de poder, Estado de Bienestar o democracia han sido definidos esencialmente desde un punto de vista androcéntrico, limitando mucho su capacidad de capturar otras realidades que no sean las de los hombres –o de ciertos hombres-.

Esta mirada provocadora y transversal al estudio de la Ciencia Política, ha suscitado gran interés, siendo recientemente reconocida con el Premio Ángeles Durán a la Innovación Científica en Estudios de Género y de las Mujeres. Resta que tras la visibilización venga el reconocimiento, que la ciencia y la política acepten el reto de ponerse las “gafas violetas”. Aunque desafortunadamente todavía son muchos los #HomoCañetus que nos rodean, confiamos en que ¡sí se pueden hacer otras políticas! Y es que más allá de lo anecdótico y los hechos de la política cotidiana (como los comentarios de Cañete), es importante resituar la importancia que tiene la política y los políticos y tomar decisiones sobre en qué sociedad queremos vivir. En qué política queremos estar, avanzando por mérito propio y sin supuestos “caballeros que nos hagan un favor”.

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