Cuatro veces: la primera era ilegal y estuve a punto de morir

Cuatro veces: la primera era ilegal y estuve a punto de morir

La clandestinidad fue la que me mantuvo en agonía y la cual no la deseo a nadie

Tenía 20 años y comenzaba la universidad, aborté, aunque lo dudaba, me convencí cuando mi novio dijo que no se haría responsable de nada y tampoco tenía dinero para pagarme uno clandestino. Una amiga me dijo la receta: un litro de agua, ruda, cacao puro y un ingrediente más que se borró de mi memoria porque me lo prometí a mí misma. En aquel entonces hace más de 10 años, el aborto era ilegal en mi país, pero si tenías el dinero, podían hacerlo en alguna clínica clandestina. Tenía que beber por completo aquella mezcla vomitiva y si no lo hacías, tenías que prepararla y tomarla de nuevo por completo, era asquerosa, aún recuerdo ese olor.

A la hora siguiente comenzó el sangrado. Pensé que era asunto resuelto, pero el sangrado no paraba, fui a un hospital público, me dijeron tenía el saco embrionario, y tenían que sacarlo por riesgo de infecciones y que me podía morir, estaba en una camilla, en un hospital lleno de mujeres, médicos y multitudes y muerta de miedo, cualquier persona pasaba y podían mirarme, vergonzoso. Me escapé porque me daban a entender que no podían responsabilizarse por esto ya que sabían que me había tomado algo.

Al día siguiente fui a otro hospital, me sentía mal y la lista de espera era de casi todo el día, no tenía dinero para pagarme algo privado, nunca me atendieron. Esa tarde me acerqué a mi madre y no hacía más que decirle que la quería mucho, yo sentía que me iba a morir, me desangraba a diario. Mi mejor amiga me prestó el dinero y me llevó a otro sitio, ahí me revisaron y me dijeron que ya no había embarazo pero tenía los restos, a pesar del riesgo me dieron cita para intervenirme en 15 días, no sé si era verdad. Intenté hacer mi vida normal, pero tenía miedo constantemente.

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A una semana para mi intervención, iba por la calle y mi amiga dijo: “la sangre te llega a los talones”. Fui al baño y todo mi pantalón escurría, tenía que ir al médico, a algún hospital y sólo pensé en ir a casa, subimos a un taxi y al bajar, había una mancha enorme en el asiento trasero, la sangre lo cubría todo, supongo que el taxista tardó en verla. Antes de salir a un hospital, fui al baño porque sentía muchas ganas de orinar, entonces algo enorme salía de mi cuerpo junto con chorros de sangre: mi cuerpo había rechazado naturalmente aquello, ya no hizo falta ir al hospital. Así me di cuenta que durante varios días estuve al borde de la muerte, pero estaba hundida entre emociones y no era consciente de lo que me había pasado, me prometí que nunca más pasaría por esto.

El segundo fue 6 años después, ya vivía en España y eran otras reglas. Quedé embarazada, sin trabajo, sin papeles y con la opción legal a decidir, decidí que no. Mi pareja me acompañaba en todo momento, me cuidó y me dejó decidir a pesar de que para él no hacía falta, desde entonces usé un DIU.

Durante muchos años el DIU hizo su función, pero a la vez me provocaba infinidad de molestias e infecciones, muchos problemas a pesar de su eficacia anticonceptiva. Bajo la supervisión de mi ginecóloga, decidí utilizar otros métodos, aconsejada por mi doctora elegimos el método del ritmo, así se dieron el tercero y el cuarto. Quedé embarazada por 3a vez, esta vez tenía un trabajo, pareja estable y condiciones para poder tener hijxs, pero no quería. Entonces dije a mi pareja que no quería tenerlo y siempre lo ha respetado a pesar de que él si lo deseaba, era mi decisión. Esta tercera vez me dieron dolores como si fuera un parto y fiebres, al parecer no me sentó muy bien y tuve que ir a urgencias. Me prometí que no pasaría nunca más por eso y que no hacía falta, pero ante todo pienso que no es justo tener hijxs si realmente no lo deseas.

A los 15 días del tercer aborto tenía otra vez síntomas de embarazo, el test positivo, estaba embarazada de nuevo, no sé cómo ni porqué. Estaba a punto de decir que sí, que lo tendría, que las condiciones me lo permitían, pero decidí: yo no creo que pueda ser madre porque no quiero. La maternidad no creo que sea lo mío, pero no quiero abortar toda mi vida, simplemente fui al médico, lo expliqué todo y pasé por el cuarto aborto de mi vida, esta última vez ya no lloré. Emocionalmente no es de mis mejores experiencias porque me hace cuestionarme muchas cosas, muchas mujeres asumen la maternidad sin desearlo y pueden con ello y yo no, pero sé que no soy cobarde ya que tengo la valentía de defender mi decisión. Mi pareja desearía ser padre, pero siempre ha respetado mi opinión y mi derecho, defiende el aborto y, como queda evidencia mi derecho a decidir.

El que más me afectó fue el primero, mi vida estuvo en peligro, con un método cuestionable y muy barato, pasé por 4 ó 5 hospitales, en ninguno querían atenderme porque sabían que había tomado algo para detener el embarazo, y nadie quería ayudarme. Tampoco tenía el dinero para pagarme algo clandestino o para salir del país. Odié al chico que me hizo pasar por esto, sugirió que tomara aquello, porque estaba claro que él no me ayudaría ya que simplemente no estaba en sus prioridades. Pasé días sangrando, fiebres, dolor, sintiendo y consciente de que podría morir.

En mi país han despenalizado el aborto hace más de 5 años y ahora en España es ilegal. Mi hermana de 20 años abortó el año pasado y me alegro de que no haya pasado por lo que yo pasé cuando tenía su edad. El supuesto tabú que hasta mi abuela, católica y tradicional, madre de 7 hijxs, me confesaba recientemente que había abortado hace 40 años, y no lo veía con arrepentimiento, simplemente no quería tener un 8vo embarazo. Somos nosotras quienes le ponemos el valor personal y sentimental a nuestros actos y para mí no es algo malo pero es algo importante y que tiene consecuencias emocionales que he tenido que asumir. Veo el aborto como un derecho humano, como el derecho de expresión en el que cada una piensa, dice y hace lo que quiere. La clandestinidad fue la que me mantuvo en agonía y la cual no la deseo a nadie. Parece que volvemos a la época medieval en la que estaremos orilladas a cometer lo que son herejías ante sus ojos, mientras que para nosotras será una lucha constante en la cual necesitamos y vital vencer.

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