Violencia que no es de género

Violencia que no es de género

¿Tenemos que ser las activistas lesbianas las que visibilicemos la violencia que se pueda dar –esporádicamente- en las parejas formadas por mujeres? Yo creo que no y, por eso, que no cuenten conmigo para dar pábulo a estas cuestiones.

Cada cierto tiempo el asunto de la violencia en las parejas de lesbianas se discute o bien en los medios generalistas o bien también –y especialmente- en el ámbito del propio activismo lesbiano. Tengo que reconocer que a veces ese tipo de estudios o de discusiones me sacan de quicio hasta el punto de que yo misma tengo que preguntarme por qué me gusta tan poco que se discuta de eso o se dé visibilidad a la violencia que existe en algunas parejas de lesbianas. Creo que hay dos razones de que el tema me guste tan poco. La primera y más importante tiene que ver con el uso que el neomachismo pretende hacer de cualquier tipo de violencia intrafamiliar para deslegitimar y desdibujar la lucha contra la violencia de género como un tipo de violencia sistémica particular y anclada en el patriarcado. Si todo es violencia y, sobre todo, si todo es el mismo tipo de violencia, entonces no hay razones para establecer medidas concretas de lucha contra la violencia machista. Naturalmente que esa es la manera tradicional de negar e invisibilizar que la violencia machista es diferente a cualquier otra porque se produce en un contexto de desigualdad de poder estructural (desigualdad real y simbólica) en el que los hombres creen tener derechos de propiedad sobre “sus” mujeres.

La única manera de combatir esta violencia específica es combatir sus causas y de ahí la importancia de distinguirla de cualquier otra forma de violencia de las muchas posibles. En el caso español, además, cuando se intenta desde el neomachismo hacer esta equiparación de todas las violencias, se hace con la intención concreta de acabar con la Ley contra la Violencia de Género aprobada por el gobierno socialista en 2004 y que desde su aprobación se convirtió en la bestia negra de todo neomachista que se precie.  Finalmente, al combatir la violencia machista entendiéndola como un tipo particular de violencia lo que se combate es el machismo, de ahí el odio que estos neomachistas (o machistas de toda la vida) sienten contra cualquier medida que reconozca la especificidad de este comportamiento, sus causas, sus consecuencias. Más allá de todos los fallos de la ley (y yo creo que son muchos) lo mejor de la misma es eso: que reconoce la violencia machista como un tipo específico de violencia, distinta a cualquier otra, basada en la desigualdad de poder entre hombres y mujeres.

El neomachismo pretende hacer de cualquier tipo de violencia intrafamiliar para deslegitimar y desdibujar la lucha contra la violencia de género

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La segunda razón por la que creo que no me gusta cuando se discute sobre la violencia en las parejas de lesbianas es más personal. Reconozco que soy una feminista muy poco partidaria de cualquier cosa que suene a feminismo de la diferencia. No veo la diferencia por ningún lado;  ni la veo, ni la quiero, ni creo en ella. Estoy convencida de que hombres y mujeres no nos distinguimos unos de otras por el sexo, sino por ese artefacto obligatorio que es el género. De no existir las diferencias de género, seríamos iguales en promedio o, más bien, las características humanas, buenas, malas o indiferentes, se repartirían de manera más o menos similar entre todas las personas, independiente de cual fuera su sexo. Nuestras similitudes o diferencias no estarían relacionadas con nuestros atributos sexuales; ni siquiera las diferencias de género tendrían que ver con el sexo. Como feminista no aspiro a un mundo sin diferencias, naturalmente, sino a un mundo en el que las diferencias no estén determinadas por el sexo. Muchas feministas, incluso feministas igualitaristas, asumen que no queremos la identificación con los hombres aunque sí la desaparición de la desigualdad o de sus consecuencias. Personalmente yo sí aspiro a que pueda producirse una identificación mujeres-hombres y hombres-mujeres en todo, en lo bueno y en lo malo. Por dos razones: una es que eso que muchas feministas llaman “malo” y lo asimilan a masculino, no es malo para todo el mundo, es una opción. A mí no me gusta “lo femenino” en bloque, asumo que prefiero mucho de lo que llamamos “lo masculino”. Dos: porque creo que “lo malo” es también humano y, aunque no es deseable, no me parece factible un mundo en el que haya desaparecido del todo eso que pensamos que es la maldad. Hay que luchar permanentemente contra ella y en esa lucha saldrá lo mejor del ser humano. Lo que sí es factible –y deseable- es que eso “malo” se distribuya sin distinción de sexo. Yo reivindico eso que Amelia Valcarcel llama “el derecho al mal”.  No se trata de desear que las mujeres sean malas, es que somos iguales, también en lo malo, es lo que tiene la igualdad. Desde mi punto de vista la permanente exigencia a las mujeres de que sean siempre mejores, excelentes, aparte de ilusoria e irreal, es también un freno en la igualdad. Simplemente he creído que la igualdad tiene un precio que tenemos que estar dispuestas a pagar. Podemos ser, por supuesto,  violentas, machistas, dominantes etc. Si no lo somos en la misma medida es porque estamos en situación de despoder, de tener poder ejerceríamos ese poder de la misma manera (en promedio) que los hombres. No creo que las mujeres seamos diferentes a los hombres absolutamente en nada, ni en lo bueno, ni en lo malo, por el hecho de ser mujeres.

Todo esto vale también para las personas LGTB, que somos exactamente como todo el mundo para lo bueno y para lo malo. No me gustan nada los intentos de algunas personas lgtb de hacer creer que nuestras familias son mejores, que nuestras relaciones son mejores, que somos mejores padres o madres o mejores amantes, o mejores compañeras o mejores nada.  Así que resumiendo: los intentos de visibilizar especialmente la violencia en las parejas de lesbianas me molestan por esas dos cuestiones: por la deslegitimación/invisibilización de la especificidad de la violencia machista y por lo que tiene, a veces, de esencialismo de género. ¿Quiere eso decir que estoy en contra de que se combata la violencia en las parejas de lesbianas, o de que se estudie? No, pero siempre contextualizada. Hay violencia entre las lesbianas porque hay violencia en todas partes y porque la violencia puede darse en cualquier relación. Contextualizar esta violencia es enmarcarla dentro del contexto familiar y así, de paso, visibilizamos que la familia es también una institución violenta en la que se esconden enormes desigualdades y en la que a menudo se dirimen relaciones de poder.

Hay violencia entre las lesbianas porque hay violencia en todas partes y porque la violencia puede darse en cualquier relación

Creo que hay que visibilizar, nombrar y combatir la violencia que ejercen los hombres, por el hecho de serlo, contra las mujeres por el hecho de serlo. Eso es violencia machista o de género (prefiero el primer término). Al mismo tiempo creo que hay que visibilizar, nombrar y combatir la violencia que se da en el seno de la familia porque la violencia siempre hay que combatirla, pero también porque es necesario romper la imagen heteropatriarcal, edulcorada e irreal de la familia. Personalmente no soy muy partidaria de tratar de mantener a las lesbianas (ni a las mujeres) al margen de las maldades humanas porque me parece que el esencialismo acrítico tiene más inconvenientes que ventajas en el terreno de la igualdad. Una vez señalada la especificidad de la dominación patriarcal creo que hay que luchar contra todas las dominaciones y no señalar especialmente la que pueda darse dentro de un grupo oprimido porque eso puede contribuir a aumentar, en este caso,  la lesbofobia. La dominación puede darse siempre que se da una diferencia de poder y estas se dan también entre lesbianas. En cualquier pareja se pueden dar (y se dan) diferencias de poder que pueden dar lugar a situaciones de dominación: diferencias de clase, por ejemplo; de edad, de (dis)capacidad, de origen, de estudios etc. También hay violencia de mujeres contra hombres y no nos parecería normal que fuese el feminismo el encargado de visibilizar esa violencia que sin duda existe. ¿Qué nos lleva a pensar que las lesbianas somos mejores personas que los hombres o las mujeres heterosexuales?  ¿Tenemos que ser las activistas lesbianas las que visibilicemos la violencia que se pueda dar –esporádicamente- en las parejas formadas por mujeres?  Yo creo que no y por eso para dar pábulo a estas cuestiones conmigo que no cuenten.

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