Las cuatro vidas de Sor Sonrisa

Las cuatro vidas de Sor Sonrisa

Jeanne-Paule Marie Deckers desbancó al mismísimo Elvis con el single que la hizo famosa cuando era monja dominica. Dejó el convento, se dedicó a la canción protesta y a su proyecto de pareja con otra exmonja. No ganó nada por su éxito musical pero tuvo que pagar un alto precio.

Texto: Mar Gallego

El próximo octubre se cumplirán 80 años del nacimiento de Jeanne-Paule Marie Deckers (la Hermana Luc-Gabriel), conocida artísticamente como Sor Sonrisa. Esta monja de tantos nombres diferentes perteneció a la orden de Las Dominicas y logró desbancar con sus cantos al mismísimo Elvis de las principales listas musicales norteamericanas, tras haber sido contratada por la discográfica Philips. Esto la convirtió entonces en la única artista belga que lograba tal azaña.

Sin embargo, el triunfo de Deckers se volvió amargo cuando decidió seguir su propio camino, dejar los hábitos y denunciar las posiciones de la Iglesia ante cuestiones como la píldora anticonceptiva o el machismo. Acabó quitándose la vida el 29 de marzo de 1985, en un pacto suicida junto a la que fue su amiga, amante y compañera: Annie Pecher.

De Jeanne Deckers a Luc Gabrielle

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La Historia nos ha enseñado que el matrimonio, el trabajo sexual y tomar los hábitos fueron, durante años, las únicas opciones que tuvieron las mujeres, antes de que se materializara el inicio de su inclusión como ciudadanas de derecho en la “sociedad occidental”. La tercera de estas opciones (ser monja) fue escogida, aunque nos resulte contradictorio, por muchas mujeres que deseaban vivir su vida de forma independiente, que huían de la idea del matrimonio y que querían cultivar sin límites su intelectualidad. Un claro ejemplo lo tenemos en Sor Juan Inés de la Cruz, figura que ha sido visibilizada de forma incansable desde diferentes abordajes feministas.

Sus composiciones eran la banda sonora diaria del convento

El caso de Jeanne Deckers (1933-1985) es similar: belga aficionada a las artes y a la música y soñadora de un mundo que aceptara las diferencias y de una Iglesia que dejara de imponer cargas a las mujeres. La niña Deckers hizo su primera comunión en medio de la Segunda Guerra Mundial. Vivió una infancia que siempre definió como “gris”; una etapa en la que el maltrato materno y la ausencia de un padre al que adoraba, la marcaron de por vida.

Las presiones familiares fueron tales, que en 1954 Jeanne-Paule Marie (que previamente había sido estudiante en la Universidad de Lovaina) decidió inscribirse en el Instituto Dominicano de Sainte-Anne en Gosselies. La decisión no era más que una “huida hacia delante” bajo el fin de escapar de un compromiso matrimonial que su familia pactó y al que Jeanne se negó. Tres años después de su decisión, ingresó en el Convento de Fichermont en Waterloo como monja de la orden de Las Dominicas. Allí se le asignó el nombre de Luc-Gabrielle: combinación de los nombres de su padre y de su madre.

A lo largo de su vida, Deckers cambiaría de nombre dos veces más. La última, en un afán de reclamar su derecho a evolucionar y a reinventarse.

De Luc-Gabrielle a Sor Sonrisa: El éxito mundial de Dominique

Las inquietudes artísticas de Deckers no tardaron en salir a la luz dentro del convento. Sus composiciones musicales guitarra en mano se convirtieron en la banda sonora diaria de las Dominicas hasta que, dos años después de tomar los hábitos, el convento y la casa de discos Philips orquestaron la firma de su primer contrato discográfico. Se decidió entonces que la figura de la monja sería totalmente anónima y que sus canciones aparecerían bajo el pseudónimo de Sor Sonrisa, un nombre que Deckers consideraba ridículo según dijo en declaraciones posteriores. El nombre quedó en la propiedad del convento y de la Philips. También los derechos de autoría y los beneficios percibidos se quedaron dentro de las puertas del convento debido a los votos de pobreza y obediencia realizados por Deckers dentro de la orden. Votos que, por otra parte, solo parecían afectarle a ella.

El single de lanzamiento, Dominique Nique Nique, fue un éxito rotundo mundial  llegando a desbancar al propio Elvis de los primeros puestos en las listas Billboard de Estados Unidos (en 1963). Tal fue el boom, que el anonimato de la monja no se sostuvo por mucho tiempo. Las ganas de saber quién se encontraba detrás de esa voz, hicieron que enseguida el mundo del periodismo y la farándula ensalzaran la historia.  Finalmente fue el conocido programa El Show de Ed Sullivan el que desvelara la figura que estaba detrás de la canción del momento. La decepción no tardó en llegar, ya que la monja no respondía al canon de belleza y femineidad que el imaginario colectivo le había impuesto.

Sin embargo, el mundo del cine no esperó para quitarse tal espina y, dos años más tarde, un film inspirado en Deckers vio la luz bajo el nombre The Singing Nun. Eso sí, la actriz protagonista (Debbie Reynolds) sí que que respondía a la imagen que todo el mundo se había creado en torno a la monja y que no resultó ser la verdadera. La película inventó incluso el romance heterosexual entre Deckers y un hombre que nunca existió. De hecho, los gustos sexuales  y amorosos de la monja “real” estaban muy lejos de este ideal heteropatriarcal, como su historia demostraría más adelante.

Luc Dominique o el derecho a reinventarse

 

Jeannine retomó sus estudios, esta vez desde la teología, en un último intento por encajar en la vida que había llevado hasta ahora. Finalmente, 1966 fue el año del cambio para Deckers. Tras el convencimiento de que su vocación no estaba en el mundo eclesiástico, decidió emprender una nueva vida desde la auto-afirmación: dar alas a su faceta como autora de canción protesta e iniciar un proyecto en pareja con otra exmonja: Annie Pecher. Abandonó pues el convento con una mano delante y otra detrás, sin percibir nada de los beneficios económicos que había llevado tanto a la discográfica como a la Orden.

La nueva etapa musical de Deckers tuvo que iniciarse con un nuevo nombre (Luc Dominique) al no tener ésta derechos sobre el anterior pseudónimo. Sin embargo, “la cara B” de la cantautora no gustó a una sociedad que la había idealizo en torno a un estereotipo que no cumplía. En una de sus canciones, la antigua dominica afirmaba que Sor Sonrisa había muerto, así como su fama: “Dios (decía la letra) es la única estrella”.

Así, su nuevo trabajo, grabado también para la Philips (I am not a star in Heaven), resultó un fracaso rotundo a pesar de ser visibilizado desde la polémica debido a unas letras con fuerte contenido protesta en torno a temas como el machismo, el control de la Iglesia y los hombres sobre el cuerpo de las mujeres, el maltrato materno, o la defensa a la píldora anticonceptiva (canción Pilule d´or) que el Vaticano condenaría poco tiempo después con la carta Encíclica Humanae Vitae.

La posición de la nueva Deckers, se encontraba más cerca de las nuevas concepciones de la Teología, entre el Concilio Vaticano II y los sucesos de mayo del 68. Su nueva vida intentó ser coherente con esos postulados junto a su compañera con quien llevó a cabo varios proyectos solidarios por iniciativa propia. Así, en una de las canciones de su nuevo trabajo, Jeanne reclamaba “el derecho a evolucionar, a vivir solidaria en blue jeans y pijama”.

El éxito de Dominique Nique Nique[1], su trampa mortal

La nueva apuesta musical de Deckers no dio los frutos esperados, por lo que ésta decidió llevar una vida junto a su compañera bajo un voto de pobreza casi impuesto: abrieron una escuela para niñas y niños autistas y sobrevivieron a duras penas a base de clases de guitarra y otros trabajos. Durante un tiempo, permanecieron tranquilas con su estilo de vida hasta que el fisco golpeó duramente sus puertas.

La Agencia Tributaria del Gobierno belga empezó a exigir a Jeanne el tributo correspondiente a los beneficios generados por la canción Dominique Nique Nique, a pesar de que fueron la Iglesia y la casa de discos las únicas beneficiarias de su éxito y las que ostentaban los derechos de su autoría. 99 mil dólares en impuestos empezaron, entonces, a perseguirla.

A pesar de alegar que en ningún momento percibió beneficios por el tema musical, las autoridades  no dieron por válidos sus argumentos y finalmente Jeanne fue condenada por la Administración que embargó su escuela, quitando tanto ella como su compañera la única posibilidad de sustento que tenían. En este sentido, no quedan claras cuáles fueron las posiciones tanto de las Dominicas como de la Philips ya que, si bien hay versiones que apuntan a que las primeras accedieron a ayudarla; otras, afirman justo lo contrario: que fue la casa de discos quien lo hizo mientras que la Iglesia le dio la espalda.

Fuera como fuere, la deuda era tal que a pesar del intento de las dos mujeres por seguir adelante, no lo consiguieron. La presión hizo que la que fuera Sor Sonrisa se sumiera en una profunda depresión llegando a tener incluso problemas con el consumo de medicamentos y alcohol.

Finalmente, el 29 de marzo de 1985, Jeanne y Annie hicieron un pacto suicida que ejecutaron a base de una sobredosis de pastillas, alcohol y sus propias manos entrelazadas. Sus cuerpos fueron hallados sin vida en su apartamento de Wavre (en Bélgica). Ambas dejaron unas notas de despedida en las que solicitaban ser enterradas juntas en un rito católico. A pesar de lo polémico que esto resultaba para la Iglesia sus deseos fueron satisfechos y sus cuerpos descansan hoy el uno junto al otro bajo una frase que dice “vi su alma volar entre las nubes”.

Irónicamente, el mismo día de la muerte de ambas, la Sociedad Belga de Autores, Compositores y Editores (SABAM) había recolectado casi 600 mil francos belgas para destinarlos a su causa; una cifra superior a la que Jeanne debía abonar a la administración belga y con la que ambas mujeres hubieran podido afrontar sobradamente sus pendientes con el fisco.

Alto precio, el que pagaron otrxs, para que Jeanne Deckers  pudiera cambiar su nombre una vez más y reinventar así su historia, en el caso de haberlo querido.

 


[1] La canción Dominique volvió a sonar recientemente en la serie estadounidense American Horror Story: Asylum (segunda temporada). Se trata de la música de fondo que suena en las instalaciones del psiquiátrico donde se desarrolla la serie.

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