Érase una vez el autoplacer

Érase una vez el autoplacer

El cuento 'Pessigolles' acompaña a niñas y niños en su crecimiento sexual y en la exploración de posibilidades de disfrute del cuerpo. Itziar Abad habla con una de sus creadoras, Alba Barbé i Serra

Texto: Itziar Abad

Parece que la magia comienza a esparcirse por todos los rincones de la cama y de su cuerpo. Las cosquillas le invaden de la cabeza a los pies. La mariposa se posa sobre la almohada verde. Ya la tiene. Se lanza encima de ella. Revolotea debajo de su barriga y no para de moverse. Juguetona, baja más allá del ombligo. Ira no puede dejar de sentir su aleteo entre las piernas. Coge fuerte la almohada para que no se le escape.

– Ahora te haré cosquillas a ti –le dice.

Y comienza a tambalearse de arriba abajo cada vez más rápido. De pronto, la mariposa estalla en mil pedazos, proporcionándole una sensación desconocida que le hace temblar entera.

– ¡Eso sí que es magia!

Pessigolles (Kili-kiliak, en su versión en euskera y Cosquillas, en castellano) es un cuento que trata sobre el autoplacer y las fantasías y que acompaña a niñas y niños en el crecimiento saludable en relación con su sexualidad y con el descubrimiento y el disfrute de su cuerpo. Las creadoras son Alba Barbé i Serra (Barcelona, 1985), educadora social y antropóloga, y Sara Carro Ibarra (Gasteiz, 1982), especialista en cultura de paz y en prevención de violencia de género, de la cooperativa catalana Fil a l’Agulla. El cuento está ilustrado por Núria Fortuny Herrero y editado por Edicions Bellaterra. Alba Barbé i Serra responde a las preguntas.

¿Cómo se aborda actualmente la sexualidad en la educación a niñas y niños?

“Hablar a las criaturas de autoplacer no solo les facilita conocer su cuerpo para la autogestión del propio placer; también les ayuda a prevenir las relaciones de violencia o abusivas y a enriquecer y a fortalecer las relaciones interpersonales

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Hoy en día, nos encontramos con una presencia nula de temas relacionados con la educación sexual. También observamos que cuando sí se trabajan esos temas, generalmente en actividades impulsadas por ayuntamientos, asociaciones y oenegés, se hace en la línea de prevención de relaciones sexuales abusivas. Esta forma de abordar la sexualidad proviene de una cultura del miedo a que las personas sientan dolor o sufran conforme se van haciendo mayores. Efectivamente, hay muchos casos y muchos momentos en los que se dan relaciones dolorosas. Sin embargo, ese tipo de acompañamiento a niñas y niños que, por otro lado, es muy coitocéntrico, les impide adquirir todas esas informaciones paralelas que necesitan para tener un desarrollo real, libre e integral en el ámbito de la sexualidad. Nosotras veíamos que faltaba comprender la sexualidad como una fuente de aprendizaje muy valiosa para el propio conocimient

El cuento Cosquillas responde, pues, a una necesidad real

Sí. Hubo un momento en que confluimos Sara y yo. Ella, en la anterior cooperativa en la que trabajaba, detectó carencias en las formaciones de las AMPA, del profesorado y de la comunidad educativa en general: no había una producción adaptada al leguaje educativo ni recursos para tratar la sexualidad. Tampoco los había en mi espacio de acompañamiento a niñas y niños en otros contextos ni en el de producción científica.

¿Cómo afrontan el autoplacer las criaturas?

De manera innata, por deseo de experimentación y por curiosidad. En edades muy tempranas hay un proceso de exploración del cuerpo que, a nivel de inocencia y de juego, es bastante parecido en niñas y en niños. Sin embargo, a medida que crecen, aparecen las diferencias, fruto de la socialización diferenciada. Las personas adultas promovemos una sociocultura afectiva que lanza a los chicos mensajes muy relacionados con el acto sexual, que ellos incorporan. Son mensajes muchas veces invisibles, pero directos, que pasan por su cuerpo y que, por tanto, también devienen en ser y en acción. Las chicas, por su parte, son socializadas desde chiquitas mucho más para el ámbito afectivo, de erotismo estético y de cuidados hacia las personas con quienes se relacionan.

¿Y qué consecuencias tiene esa socialización diferenciada?

Entre otras, la existencia de una cultura afectiva que sustenta que un chico pueda verbalizar y llevar la sexualidad al espacio público, fuera de las puertas de la intimidad, y al mismo tiempo provoca que muchas chicas dejen la sexualidad en el ámbito más íntimo, más escondido, más relacionado con la vergüenza y con el pudor. Las chicas también muestran ese carácter independiente que denota la masturbación, que es una forma autogestionada de administrarse placer, entendido no solo como deseo sexual sino como experiencia sensorial. Sin embargo, en los talleres que llevamos a cabo en las escuelas, las chicas tienen unos límites a la hora de hablar sobre su sexualidad, de decir qué les gusta y qué no y, más allá de ese ámbito, qué proyectan de ellas y qué quieren para sus vidas. Si sobrepasan esos límites, se exponen a ser sancionadas socialmente con las categorías de puta, guarra o zorra.

Ustedes aseguran que somos capaces de explicar a las criaturas cuestiones abstractas, como qué es la muerte o cuáles son las funciones de un alcalde o de una alcaldesa y que, sin embargo, nos cuesta contarles qué es la masturbación. Algo tan físico y sensorial debería ser más sencillo…

No lo abordamos por el tabú que supone. Antes de nada, las personas adultas tenemos que reconocer nuestras resistencias y nuestros límites culturales, políticos, morales o religiosos, que son bien legítimos, en lugar de ponerlos en algo o en alguien ajeno. Debido a la trayectoria histórica judeocristiana, en la cultura occidental la sexualidad ha permanecido en secreto. No es extraño que tengamos dificultades para hablar de la exploración corporal, de las técnicas o de los procesos de autoplacer. A veces queremos hacerlo pero no sabemos cómo; otras, dejamos hacer. ‘Yo dejo hacer y, cuando me pregunte, contesto’, pensamos. Eso está bien, pero corremos el riesgo de perpetuar la invisibilización de la sexualidad. Podemos comprobar que la sexualidad es un tabú en la sociedad occidental fijándonos, por ejemplo, en algunas comunidades del norte de Mozambique. Cuando les viene la regla por primera vez, llevan a las chicas a una casa con mujeres de distintas edades que las inician en todo lo referente a la sexualidad. Aquí no contamos con un proceso de transmisión generacional tan rico.

Como sostiene Coral Herrera, el autoplacer va más allá del conocimiento del propio cuerpo. ¿Qué influencia tiene en niñas y niños, fuera del ámbito concreto de la sexualidad?

Efectivamente, hablarles de autoplacer no solo les facilita conocer su cuerpo, tener mayor autonomía y reivindicar las posibilidades de autogestión del propio placer. Es también positivo para sus vidas, les ayuda a prevenir las relaciones de violencia o abusivas y también a enriquecer y a fortalecer las relaciones interpersonales.

La abuela del cuento le dice a Ira, la niña protagonista, que sus manos son mágicas y que por eso es capaz tanto de hacer una tarta de chocolate como de darse placer a sí misma. Es un bonito paralelismo.

Hay otro más, que tiene que ver con la masturbación más física y corporal: cómo se ha hinchado la tarta por el efecto de la levadura. Es un detalle chulo, que a mí me sonroja y me ilusiona.

¿Qué rescata de la aventura que sin duda habrá supuesto la elaboración de esta historia?

El proceso, que ha sido largo e intermitente, pero muy bonito. Hemos escrito este cuento a lo largo de dos años, en momentos en los que Sara y yo hemos coincidido incluso en diferentes partes del mundo: París, Formentera, Colombia y Barcelona. Comenzamos a escribirlo en París, justo después de morir mi abuela, que es un poco la abuela del cuento, a quien yo estaba muy unida y con la que pude hablar sobre muchos temas referentes a mi sexualidad. Usamos múltiples técnicas para crear la historia. Una de ellas, de la que salieron muchas ideas, consistió en encerramos en una habitación con dos narices de payaso y pasarnos seis horas jugando con sombras chinescas a ser criaturas para ver, como tales, qué modos teníamos de explorar la sexualidad. También tengo buenos recuerdos de cuando preguntamos a muchas personas cómo había sido la primera vez que se habían masturbado.

¿Su cuento preferido?

En Fil a l’Agulla, cooperativa de la que formo parte, trabajamos mucho con cuentacuentos. Tenemos uno que aún no está editado, titulado El príncep-princesa i la princesa-príncep en el que, después de un montón de superaventuras, el príncipe acaba siendo princesa y al revés. Es uno de los cuentos más chulos que he oído y también uno de los de mayor complejidad a la hora de romper los roles y los estereotipos de género tradicionales, cuidando los distintos elementos: sujeto/objeto, interior/exterior, espacio público/espacio privado, movimientos y técnicas corporales… Es posible transmitir roles y estereotipos alternativos haciendo que las personas que escuchan la historia se sientan respetadas y no violentadas por el choque con lo que han heredado de los procesos de socialización o con lo que han escogido para sus vidas. El hecho de que la princesa está en la torre peinándose, mirándose al espejo y probándose vestidos y zapatos de tacón es tan importante como el hecho de que la princesa construye una cabaña en el bosque con sus manos, se va montada a caballo o se sube a un tiburón y tiene una superaventura por el mar. Nos gusta transmitir que cada momento es muy importante para que las criaturas sean conscientes de que todo es posible.

En pocas palabras (Sara Carro Ibarra)

Lo sugerente: Hielo
Lo deserotizante: Típico, desnudo y calcetines
Lo pendiente: Visitar a Saoirse en la Patagonia
Un éxito: Fil a l’Agulla
Algo como para tirar la toalla: No se me ocurre
Una feminista: Juana de Arco
Una época: ¿El futuro?
Un lugar en el mundo: Abendaño 24

En pocas palabras (Alba Barbé i Serra)

Lo sugerente: Una cena delante de la chimenea. Una ventana al mar y tramontana. Coco Rosie de fondo
Lo deserotizante: La desnudez con calcetines. La heteronormatividad
Lo pendiente: La extensión de la gestión de conflictos en los movimientos sociales. Que el conflicto interpersonal/intergrupal no sea desmovilizador
Un éxito: No perder la curiosidad
Algo como para tirar la toalla: Una tesis doctoral
Una feminista: La meva àvia (mi abuela)
Una época: La que conozco
Un lugar en el mundo: Los embarcaderos de Cala Saona, Formentera

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