“Después de vivir un secuestro, aprendes a no hacer planes a largo plazo”

“Después de vivir un secuestro, aprendes a no hacer planes a largo plazo”

Mary Luz Avendaño, periodista y activista por los derechos humanos

10/12/2012
Mary Luz Avendaño durante su visita a Madrid

Mary Luz Avendaño durante su visita a Madrid./ Ana Gómez

Ana Gómez./ Madrid

“Dígale a su amiga, la periodista Mary Luz, que deje de publicar maricadas, ¿o quiere ganarse el premio gordo?”. Con ese mensaje que recibió el 22 de junio de 2011 arrancó Mary Luz Avendaño, periodista y activista por los derechos humanos colombiana, su carrera hacia el exilio, o a su “muerte lenta”, como ella le llama. Avendaño ya había publicado temas polémicos, como un artículo en el que iba algo más lejos de lo que todo el mundo conoce acerca de la implicación de algunos funcionarios en el narcotráfico, y hablaba de las “polibandas”, donde relataba cómo la participación de algunos policías va más allá del cobro de extorsiones o la cuota de los expendios de drogas. Sin embargo, su artículo más arriesgado hablaba sobre la posible existencia de un nuevo un capo en Medellín, el denominado alias Mi Sangre, que daba un giro a las alianzas existentes para el control de la ciudad.

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“En Colombia, la mayoría de organizaciones de víctimas son lideradas por mujeres. Porque son las principales víctimas y se están empoderando”

A pesar del miedo y de las amenazas, que finalmente le obligaron a salir del país, su lucha contra las injusticias no acabó ahí. Hoy, 10 de diciembre, cuando se conmemora el Día Universal de los Derechos Humanos, esta periodista quiere hacer un llamamiento a que todas las personas se conviertan en activistas: “La gente piensa que como a ellos no les van a secuestrar, a asesinar, o a violar, no se están viendo vulnerados sus derechos. Pero no es así. Quedarse sin acceso al mercado laboral o a la sanidad: eso también son vulneraciones, y todo el mundo debería luchar por que eso cambie”.

¿Tenemos algo que celebrar hoy?

Mi opinión es que no mucho. Aunque algunos países tienen peores condiciones porque en ellos existe la pena de muerte o la tortura, en todos se vulneran los derechos cada día. En el caso de España y como consecuencia de la crisis, los recortes están produciendo que mucha gente no tenga derecho al trabajo, o a la sanidad. Eso también es una vulneración y por eso cada una de las personas se debería convertir en una defensora de los derechos humanos.

Según la organización colombiana Somos Defensores, en el primer semestre de 2012 un total 163 activistas fueron agredidos mediante amenazas, atentados o incluso asesinatos en su país, de los cuales el 73% fueron hombres. ¿Se trata el activimo de una cultura masculinizada o las mujeres sufren menos agresiones?

El número de hombres y mujeres activistas es similar en mi opinión, aunque sí creo que en muchas ocasiones las mujeres están más sensibilizadas. En el caso de Colombia, por ejemplo, la mayoría de organizaciones de víctimas son lideradas por mujeres. Se están fortaleciendo sus redes porque son las principales víctimas: se han quedado viudas, han visto desaparecer a sus vecinos y se ya se han cansado. Han decidido que la situación cambie y se están empoderando.

Amnistía Internacional denuncia que en muchas ocasiones las mujeres defienden los derechos humanos en unos contextos de discriminación generalizada contra ellas. En estas circunstancias las defensoras de los derechos humanos sufren una doble discriminación y riesgo, por ser mujeres y por ser activistas. Es el caso, entre otros, de Ingrid Vergara, portavoz del Movimiento Nacional de Víctimas del Estado (MOVICE) en el departamento de Sucre, al norte de Colombia, que también ha recibido amenazas, algunas dirigidas a su hija. ¿Ha sentido esa doble discriminación?

En Colombia hemos recibido denuncias de muchas mujeres que como defensoras de derechos humanos no solamente son amenazadas, sino también violadas y esto es una agresión doble por el hecho de ser mujer. En mi caso no he sentido una amenaza especial como mujer, aunque sí por ser periodista.

“Como periodista, el secuestro fue un llamado de atención. Me hizo ver de frente lo que tanta gente estaba padeciendo durante años y me hizo interesarme muchísimo por las víctimas. Empecé a capacitarme en el tema del conflicto y a mirar si había justicia”

En 1998, cuando cubría las elecciones presidenciales, fue secuestrada una semana por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).¿Cambió su visión sobre su trabajo, tuvo ganas de dejarlo?

Eso cambia la visión de todo: el problema es que uno se da cuenta de que el resto del mundo sigue con la misma visión. Se siente uno como un salmón, yendo en la contra. Cuando estás en una situación tan grave como es la de un secuestro aprendes a valorar la vida, a no hacer planes a largo plazo porque entiendes que la vida no depende de ti sino muchas veces de otros y de las circunstancias.

Los seres humanos somos muy dados a pensar que somos dueños del tiempo y decimos cosas como “en diez años voy a dar una vuelta por Europa”, pero ¿quién te garantiza que en diez años estarás vivo? ¿Por qué no miramos mejor cuánto tenemos en el bolsillo y qué podemos hacer con ello? Aprendí a vivir de esa forma y ahora cuando me preguntan por mis planes digo que sólo sé que voy a ir a comer dentro de una hora, por ejemplo. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes porque te empiezan a mirar como un bicho raro. Pero no es que sea pesimista, soy un poco realista. Trato de aprovechar lo que la vida me da para disfrutar hoy y no esperar a dentro de diez años cuando no sé si podré hacerlo.

Como profesional, el secuestro fue un llamado de atención. Me llegó muy rápido, yo llevaba sólo cinco meses como periodista. Me inauguraron, como se dice en Colombia. Pero lejos de atemorizarme o de hacerme salir corriendo, me hizo ver de frente lo que tanta gente estaba padeciendo durante años y me hizo interesarme muchísimo por las víctimas. A partir de ahí empecé a capacitarme en el tema del conflicto y, sobre todo, a mirar qué pasaba con las víctimas: si eran escuchadas y sus reclamaciones atendidas, si había justicia.

La muerte lenta

Aunque ya había recibido amenazas en varias ocasiones, el riesgo aumentó a raíz su último tema publicado en el diario colombiano El Espectador. En él se narraban varios hechos por los que se establecía la posible existencia de un giro en las confrontaciones entre bandas criminales en la capital Antioqueña, al noroeste de Colombia. Sus informaciones acerca de un nuevo capo en la ciudad, le llevaron a recibir amenazas más fuertes por parte de los narcotraficantes. Sus fuentes le avisaron de que el peligro que corría era serio. A pesar de que la policía de Medellín le brindó apoyo, la decisión del Ministerio del Interior con el esquema de seguridad no llegó hasta siete meses más tarde, cuando Avendaño ya estaba fuera del país.

Habla en varias ocasiones sobre la soledad que se siente desde el exilio por dejar allá a su familia y amigos. ¿Merece la pena? ¿Hasta dónde?

A veces me preguntan qué ha sido más difícil, el secuestro o el exilio, y todavía no lo sé. Los dos son igualmente fuertes, no logro diferenciarlos. El hecho de estar fuera de mi país es muy duro por varios motivos. Como todo el mundo, yo tenía unos objetivos: cuando estudias en la universidad quieres llegar a ser profesional, cuando te haces profesional quieres hacerlo de la mejor manera posible. Pero de repente te coartan esa posibilidad.

Todo eso sin hablar del tema económico: quieres tener tu carro, el apartamento o por lo menos irte a vivir sola. Sin embargo, lo más doloroso que es que te quedas sin familia, sin amigos, sin país. Y con una fuerte incertidumbre de no saber si vas a recuperar tu vida. Llega el exilio y de repente, quince años que desaparecen.

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