El striptease des-generado de Bridge

El striptease des-generado de Bridge

Estrenamos sección: ‘Arte contra natura’, por xara sacchi

27/06/2012

xara sacchi / Bilbao

Allí estaba yo, sentada en una burbuja. Las derivas extrañas del día me habían dejado allí aparcada. Había tenido una noche mala, una de esas noches en las que que ni estar con la chica más linda de la fiesta te levanta el ánimo. Estaba de bajón. Se me había aplicado el viejo conocido “hacer el vacío” en un Guateque, así que eso me catalogaba como loser del fin de semana. Apoyada en la barra pensaba que esta vez lo podría sobrellevar muy bien. Había pasado los recreos de la escuela primaria de pie sola frente a la puerta de los baños, tenía experiencia en el asunto. Además iba de corbata y sombrero, así que podía jugarla de butch lánguida e interesante.

Bridge: “Me dicen que lo que hago es como lo que escribe Judith Butler, pero yo no hago teorías; hago performance transgénero por necesidad”

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En fin, que ahí estaba yo al otro día, de resaca en ‘The Big Medusa’, la burbuja de Marco Canevacci y Plastique Fantastique, leyendo ‘Sexual Herria’. Que si bien es una pena que no esté disponible para el público en todas las bibliotecas del país, ese día en la burbuja estaba entre otros libros de arte, performance y crítica estética. Mientras me decidía a no salir nunca más de ella, “¿Me la podré llevar a casa?”, pregunté. Los pensamientos de la Ziga me llevan otra vez al bar del fiestón nocturno. Hace unos meses, ella estaba sentada sobre una mesa luego de la presentación de su libro. Yo le metía un rollo lo más largo posible para retenerla. Y conseguía una palabra: escribe. “Pero, ¡calla ya!”, completó mi cabeza. Bueno, eso intentaba, había comenzado dos artículos diferentes y no arrancaba para ningún lado. Así que ahí estaba, siguiendo el caótico recorrido de mis pensamientos que se movían al ritmo del DJ de ojos pintados que amenizaba mi estancia en la Medusa.

bridge, by xara sacchi

Bridge, en ‘The most beautiful woman’./ Xara Sacchi

Y entra ella.

La híper feminidad siempre me ha puesto como un Ferrari de fórmula uno. Y ahí estaba ella de dorado y taconazos. Repartía un racimo de uvas de boca en boca entre el público. Esperé mi turno ansiosa. Pero cerré los ojos ante su mirada. Un amigo en una cena de navidad me preguntó una vez: “¿Pero a vos qué te gusta?” “Lo que me vendas como femenino”. Y a ella le compraba todo. Estábamos a medio metro de una tarima que hacía de escenario. Y realmente se me habían subido burbujas a la cabeza cuando ella comenzó su striptease. Prenda a prenda fue des- haciéndose el género. Admitamos que yo no era el público ante el que se acercaría a bailar semidesnud*. Mi rostro delataba mis “malas” intenciones de participación en su acto de autoficción genérica. No me hubiera molestado ser una chica dulce para el Sr. del traje y dildo en el bolsillo con el que concluye Bridge, ‘The most beautiful woman in the world’. O comerme más de una banana mientras espiaba bajo sus faldas azules en ‘Tabledance’. Y definitivamente hubiera dejado que el oficial ruso me sodomizara hasta gritar “You can do it, babe!” Pero nada. Estaba demasiado dispuesta a todo.

Su definición del género produce expectación, sorpresa, desamparo y decepción. “Voy a por las expectativas de una señora que se siente más segura en su lectura sobre sí misma y menos segura ante mi cuerpo semidesnudo”

Entonces opté por pedirle el teléfono al final de la función. Necesitaba una excusa válida. Una como escribir un artículo y cumplir el mandato de la Perra Reina. Una amiga periodista desde un retiro espiritual me grita por wassap: “¡Pídele una entrevista!” Y me dicta tres preguntas apuradas. Inglés o alemán solamente, la escucho decir. Y yo: “Fuck! ¡Odio hablar inglés!” La vergüenza es un catalizador para des- hacerme el género. Así que una rubiecita, toda una monada, le dijo: “I write a column about art. Its call ‘Arte contra natura’. Do you want to take a coffee with me for an interview?” Y al momento supe que debería haber ido al club de inglés del jueves pasado, wtf! Ella me dijo: “Mañana 12.30 Text me”. Ok.

The Interview

Lo primero que pensé cuando escuche la grabación de la conversación fue que además de ser una gran artista, inteligente y sensible, tenía una paciencia increíble. Soportar mi inglés lento y titubeante por la intimidación que me produce hablar en la lengua del imperio era para darle una medalla. Ante la oportunidad, ignoré la chuleta de preguntas apuntadas que tenía en el móvil, abrí la boca y pregunté: “¿Qué fue primero: la teoría queer, los feminismos o las performance transgénero que realizas?” Ella con tranquilidad comenzó a responder: “No soy una científica ni una teórica, nunca estudie teoría queer o algo similar”. La interrumpí, como haría mil veces en esas horas que compartimos, y le dije: “Bueno, es una suerte, yo tampoco soy periodista”. Y me reí. Continúo: “Me sucedió que varias veces algunas de las personas que venían a ver mis shows dijeron: “¡Oh! Eso es como lo que escribe Judith Butler.” Traté de leer a J. Butler. Pero era muy complicado, muy específico el lenguaje filosófico. Entonces fui a sus conferencias, e incluso charlé con ella. Pero yo no hago teorías, no me dedico a analizar mi trabajo. No tengo una relación teórica con el feminismo ni con las teorías queer. Hago mi trabajo, hago performance transgénero por necesidad, no porque haga teoría queer”.

Y lo hace muy bien. Hace un tiempo alguien me decía: cuando los artistas intentan reducir lo que hacen a teorías previas o posteriores a su trabajo, la cagan, y pierden la especificidad de su discurso. Bridge, por el contrario, le da valor a su creación como discurso válido por sí mismo, cosa que es difícil de lograr y sobrellevar. Requiere altas dosis de empoderamiento, no sólo subjetiva, sino de elaboración identitaria como artista.

Bridge hace performa transgénero “por necesidad”, sin pretensión de teorizar sobre los discursos queer./ Xara Sacchi

Atropelladamente pregunto todo a la vez: ¿Cual es la relación entre tus creaciones y tu historia en primera persona? ¿Cómo comenzó todo? ¿Por qué? “Mi primer rol en el escenario cuando tenía 13 años fue un rol masculino. En el teatro de la escuela hacíamos una obra, un cuento de hadas, me tocó hacer de Rey”. “¡Oh! The King”, pienso, y recuerdo mi obsesión por hacer que me dieran el papel de Hamlet en una audición. La sorpresa de los directores ante mi presentación. Mi cabeza recién rapada para el personaje. Y el rechazo rotundo. Pero ella no se queda allí, continúa la historia: “Mi segundo rol fue una bruja. Creamos nuestro propio cuento de hadas y yo interpreté a una bruja. Hice mi propio vestuario, una mujer realmente mágica, que nunca me dejó”. Y lo he visto. Su cuerpo es la escena de los personajes, el escenario es una simple excusa para invitar al juego de la representación teatral.

En ‘The russian strip’ Apela a diferentes imaginarios al mismo tiempo y en un amplio espectro: tanto a la mujer heterosexual que se resiste a la orden del general de retirarle la bota, y a la mirada lésbica que desea lamerle las botas

Judith Butler afirma que el sexo y el género se producen en relación con l*s otr*s. Al igual que el hecho teatral, que sólo es posible junto con el público, en un acto colaborativo. Bridge lo confirma: “Claro, no estoy interesada en un sólo estereotipo; estoy interesada en el flujo, en el cambio. En mis shows presento algo, muestro algo, todos colaboran con sus diferentes opiniones, insinúo la posibilidad de diferentes historias, y tomo esa expectación y la uso para transformar lo que comenzó en algo diferente. El público se siente seguro ante la dulce feminidad del rol de ‘La mujer más bella del mundo’, pero ya no tan seguro ante la semidesnudez de mi cuerpo bailando entre ellos, donde los atributos de esa feminidad se han vuelto confusos”.

Recuerdo que Jack/Judith Halberstam invierte los términos entre desnudez e identidad, y plantea el vestir como la marca identitaria, como la “desnudez” de la identidad. Bridge me dice que, cuando empezó, al interpretar varios roles y personajes aparecía la cuestión “técnica” de cómo realizar el cambio de vestuario. Hay siempre dos opciones: o frente al público o fuera de su campo perceptivo. La sensación de “¿y a dónde se ha ido? ¿y volverá? ¿hay una continuidad?” la resuelve realizando los cambios en escena, un striptease de roles, de género, de historias.

En ‘The russian strip’ apela tanto a las resistencias de las hetero como al deseo lésbico./ Xara Sacchi

La definición del género como expectación, sorpresa, desamparo y decepción que se puede deducir de su trabajo me fascinan. Me dice: “Para mí es importante que personas sin relación con los estudios ni las teorías feministas ni queer en un sentido académico vean mis shows. No interactúo con la chica bonita que está deseosa de participar”. (¿Esa chica había sido yo la noche anterior para ella? Mi ejercicio de masculinidad decepcionado otra vez) Y afirma: “Voy a por las expectativas de una señora que se siente más segura en su lectura sobre sí misma y menos segura ante mi cuerpo semidesnudo”

Bridge en ‘The russian strip’ realiza lo que podemos llamar la “strip performance” de un oficial ruso en una consigna política: “I can do it!” Es decir, en un mismo movimiento relaciona la construcción del género y la construcción política de los roles de género. También la estructura y el sostén colectivo en que estas actividades son posibles. Y en ese gesto de striptease erotiza la escena. Y lo hace de múltiples formas. Apela a diferentes imaginarios al mismo tiempo y en un amplio espectro: tanto a la mujer heterosexual que se resiste a la orden del general de retirarle la bota, y a la mirada lésbica que desea lamerle las botas.

Strip, que significa tanto sacar o poner vestimenta, como también cambiar el rango a alguna cosa o a alguien, remover, desmantelar, desvestirse o desvestir con las manos o con la mirada, desnudarse, pelar algo. Strip, es lo que hace Bridge Marckland junto con el público, con la escena y con el género en disputa.

Dice que muchas personas van a analizar sus obras, y que muchas la critican mucho. No se puede conformar a todo el mundo. No se debe, pienso. Me trasvisto en guía turística y la paseo a lo loco por las callecitas del Casco Viejo. Comemos juntas y la conversación toma derroteros más interesantes off the record. A estas alturas, y sacándome las espinas de la lubina de la boca, y hablando en inglés, creo que no tengo idea de hacia donde va mi strip-tease. En un último acto de desnudez, pagamos a medias la comida. Y allí estoy como una cría despidiéndola en el tranvía. Un placer, Bridge.

Estrenamos la sección ‘Arte contra natura’, en la que la artista xara sacchi nos acercará a propuestas artísticas y escénicas de contenido queer. xara sacchi se define como artista visual y filósofa en desconstrucción, post humano en estado de rebeldía creativa, adicta a la política y a los cuerpos disidentes. Su blog: http://arte-contranatura.blogspot.com.es/

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