Medeak: “El feminismo clásico tiende a hablar de ‘las otras’, pero sin ellas”

Medeak: “El feminismo clásico tiende a hablar de ‘las otras’, pero sin ellas”

Medeak se ha caracterizado por trabajar muchos desde el cuerpo y en torno a la sexualidad, en un contexto vasco que se suele juzgar o prejuzgar como reprimido, en el que además la política se toma muy en serio

11/12/2011

Medeak en la mani de las IV Jornadas Feministas de Euskal Herria / Medeak.

Reportaje: “El transfeminismo callejero de Medeak”

Análisis: Las perras que nos pusieron a leer a Butler

Caroline Betemps y June Fernández (Diagonal Periódico/Pikara Magazine)

¿Cómo resumiríais vuestro recorrido en estos diez años?

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Txurrus: Empezamos dentro del MFC [movimiento feminista clásico] y sentimos la necesidad de crear un espacio propio para nosotras, porque buscábamos otro modelo organizativo y porque las de 40 años no estaban hablando de lo que nos estaba pasando a nosotras. El cuerpo como arma política fue unos de los ejes que estuvo desde el principio, aunque entonces no lo teníamos muy elaborado. Sí que sabíamos que era algo que en nuestro día a día nos tocaba y que queríamos trabajar en colectivo como organización feminista.

Itu: Había una necesidad muy fuerte de generar procesos vitales políticos que atravesaran nuestros cuerpos. Al principio no nos denominábamos como bolleras, éramos un colectivo de chicas jóvenes adscritas a otro colectivo, Plazandreok . Con el tiempo transformamos las formas de funcionar típicas, asamblearias, que traen implícita la idea de que la revolución va a ser de masas, y que cuando las asambleas no son grandes se tiende a pensar que hemos fracasado. Pues nosotras pensamos todo lo contrario. También creemos que no se puede tener la misma exigencia de compromiso para todas, así que generamos diferentes formas de aportar, con nuestras propias metodologías de trabajo.

En el 2003 incorporamos el lesbianismo como una reivindicación necesaria y fue muy interesante porque, aunque en Medeak hubieran chicas que tenían prácticas heterosexuales, pensábamos que la categoría lesbiana era una categoría política. Eso fue visto como una radicalización al exterior, se crea el logo de Medeak, donde el hacha símbolo del bollerismo es fundamental. Todas las mujeres que se acercan a Medeak se sienten identificadas con esa simbología del bollerismo que tiene que ver con una libre gestión del cuerpo y con la autonomía. Luego llegamos al drag king, que funciona como una herramienta estupenda para iniciar una experimentación colectiva de la masculinidad.

Txurrus: En ese devenir se nos fueron cayendo algunos de los mitos que había en el feminismo más clásico vasco, cuyas prioridades eran muy claras, en el que se consideraba que todo el rollo masculino tenía que estar apartado de alguna manera. Ha sido muy polémico y ha generado muchos conflictos con algunas feministas explicar qué es el drag king, que lo que estamos haciendo es una sátira del modelo masculino hegemónico, aunque luego ha devenido en representar otras prácticas de masculinidades no hegemónicas en las mujeres.

Itu: Al terminar el primer taller drag king el comentario fue “habéis estado poniéndoos bigote mientras se celebraba un seminario de economía feminista”. Eso no resultaba muy feminista.

Lo primero que hicimos en Medeak fueron unas jornadas para formarnos. Porque cuando empezamos llegabas a un espacio y tenías que ponerte a hacer feminismo, aunque tuvieras 19 años y no tuvieras ninguna idea de qué tenías que hacer. Solo sabías que tu eras feminista de tripa y necesitabas gente que te ayudara a sacar eso. Frente al conflicto generacional también hemos creado estrategias para la comunicación intergeneracional y para construir otras relaciones, articular nuevas formas de lucha.

¿Cómo os sentís dentro del movimiento feminista? ¿Creéis que habéis tenido capacidad de introducir temas dentro de la agenda feminista?

Txurrus: Hemos generado estrategias para esas alianzas, hoy tenemos muchos puntos en común, ahora no creo que tengamos tantas confrontaciones el movimiento feminista más clásico.

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Nagore: Empezamos a articularnos de otra formas, desde la necesidad de nuestros cuerpos, y todos los pasos que hemos ido dando han sido para sentirnos más libres. No entiendo mi feminismo como una labor pedagógica, esto es conflictivo, sino como un feminismo de autoliberación, de abrirme puertas y hacer que mi vida sea mejor. No queremos reducir nuestro discurso hasta el punto de sentir incómodas con él.

Txurrus: No creo que sea cuestión de hacer un feminismo pedagógico, pero creo que estamos en muchos espacios donde metemos caña con lo que a nosotras nos parece prioritario. Estamos en una coordinadora feminista que es lo más MFC y donde también están sindicatos que no trabajan nuestros temas ni mucho menos. Así un 25 de noviembre estamos metiendo caña con cómo entendemos nosotras la violencia o en un 8 de marzo debatiendo cuales tienen que ser las prioridades y los lemas de ese día. Seguimos haciendo esa labor de estar en esos espacios, con la Asamblea Transmarikabollo, la Casa de las Mujeres de Donostia… En esos espacios negociamos un montón de cosas, los comunicados no serían los mismos si no se hiciera ese esfuerzo de coordinación.

El transfeminismo transciende un sujeto simple (mujer blanca heterosexual) para pasar a un sujeto más complejo, menos definido.

Itu: Nos hemos dado cuenta de la necesidad de complejizar ese sujeto, eso desde luego. Cuando hablamos de transfeminismo no solo estamos hablando de un discurso no binomio, unido a la transexualidad, sino que estamos generando formas de pensamiento muy distintas que casan mucho mejor, por ejemplo, con el discurso trans-charco o trans-migrantes.  En ese reconocimiento de la diversidad entre mujeres lesbianas y migrantes, ocurre que ellas se van bollerizando y nosotras nos vamos migratizando. Y esto es muy real, es decir, cómo producir alianzas con sujetos que están atravesados por ejes distintos y poder ver hasta qué punto estos ejes están relacionados y ver cómo el contacto de las unas con las otras nos puede enriquecer y fortalecer.

Katallin: Una de las cosas más interesantes del transfeminismo es que se relaja el sujeto. Así, tanto una inmigrante, como una bollera, un heterodesidente o un marca se pueden identificar con ese sujeto posible del transfeminismo. No es ya definir tanto ese sujeto ni sumarle trans, puta, bollo, negra, si no dejarlo abierto lo que hace que nos acerquemos al transfeminismo sin una idea previa cerrada, y así suceden estas alianzas antes no pensadas.

¿Cómo iniciasteis esas alianzas con otras mujeres, como las Garaipen?

Txurrus: Con Garaipen [asociación de mujeres inmigrantes y vascas] compartíamos espacios como la coordinadora feminista, pero el proceso con ellas hacia el transfeminismo se fue tejiendo en paralelo. Nosotras nos fuimos empapando de cuestiones de migración, y nosotras aportamos más temas como el drag king o el posporno.

Itu: Nosotras tenemos unas formas de hacer política fuera de lo márgenes de lo políticamente correcto y las migrantes demandan ese tipo de acción. Además de incorporar su perspectiva, proponemos otra forma de poner el culo y la política en la calle, y eso a las migrantes les encanta. Necesitan formas contundentes de hacer política. Nos llevamos mejor con las negras que con las blancas heteros convencionales. El debate es cual es la agenda política, qué actividades vamos a hacer, cuales son las prioritarias. Encontramos la forma de sentirnos representadas las unas con las otras. Hay colectivos que quieren seguir hablando de ciertas mujeres, que el sujeto del feminismo sea uno. El MFC tiende a  hablar en nombre de “las otras”, pero sin ellas, las mujeres maltratadas, las putas, las inmigrantes.  El transfeminismo ha hecho un esfuerzo por darles voz en nuestros espacios, que hablen con nosotras quienes son protagonistas de las realidades que queremos nombrar.

Nagore: Es muy importante borrar el concepto de “dar voz”. Se trata de propiciar espacios donde las personas tomen la voz. Y con las migrantes eso es lo que ha pasado. Las Garaipen se travistieron para salir en la mani del 28-J con nosotras. Eso muestra cómo vamos permeándonos las unas a las otras, y cómo eso se refleja en el cuerpo.

Desde el principio os habéis caracterizado por trabajar muchos desde el cuerpo y en torno a la sexualidad, en un contexto vasco que se suele juzgar o prejuzgar como reprimido, en el que además la política se toma muy en serio. ¿Ha supuesto un reto para vosotras romper ciertos tabúes?

Nagore: Hemos sido muy criticadas, pero merece la pena porque expresarme así en el espacio público me hace más libre y hace que mi vida sea mejor. En Euskal Herria nuestras formas se asocian mucho con la frivolidad, con una transgresión que parece falta de contenidos, bajo la idea de que “no estamos para chorradas”. Pero lo que planteamos tiene un contenido esencial: que es una experiencia personal y colectiva liberadora.

Txurrus: Las resistencias también tienen que ver con el estilo políticamente correcto del feminismo. Esto de salir a la calle en tetas y darnos por culo ¿es hacer política? Genera reticencias y hemos tenido conflictos. Nosotras tenemos claro que hay muchas formas de hacer política: salir de mani es una, pero también lo es follar con nuestras amigas en público, y enseñar el culo, porque supone atacar al sistema que nos oprime.

Kattalin: En todo caso, hay veces en las que toca romper cosas. Probablemente las feministas que nos cuestionaron hace tres años ya no nos cuestionan hoy. Es verdad que nos han criticado, pero la gente quiere comprender para qué lo hacemos. Nos cuestionan, pero también se interesan por lo que hacemos.

Itu: Una caracterítica en Euskal Herria ha sido la negación del placer como forma de lucha. Se copiaban las formas militares; aquí tenemos muchos mártires de la lucha. En este país se ha llegado a criticar hasta la música disco por frívola. Bilgune Feminista (formadas en esos referentes de la izquierda abertzale) dicen que Medeak ha sexualizado la lucha feminista, que ha incluido el placer en ella.

También se critica al transfeminismo por su estructura descentralizada, porque viene a fragmentar al movimiento feminista.

Kattalin: Toda revolución tiene miedo a desaparecer. Entiendo esa reacción de querer estar todas juntas. Esa fragmentación se ve como algo peligroso, pero creo que cada una tenga su camino y después nutrirnos las unas de las otras es más fructífero. Si partimos de asumir las diferencias el diálogo será más fluido que si nos empeñamos en ser todas una.

Nagore: Todo el mundo no tiene que estar en nuestro colectivo. Me parece práctico funcionar de esta forma y que atiende a necesidades personales.

Txurrus: El contexto cambia, las luchas y las estrategias también. Pero seguimos queriendo hacer cosas juntas, y de hecho estamos unidas en un montón de proyectos y coordinadoras.

Itu:  Las jóvenes hemos crecido en el discurso de la derrota, porque ya no conseguimos montar manifestaciones masivas. No podemos autovalorarnos comparándonos con los años setenta, una época en la que estaba todo el mundo en la calle y que el machismo era mucho más evidente, porque no había ni derecho a divorciarse. Que seamos una escisión de un colectivo estuvo muy mal visto, porque el feminismo clásico apuesta por el todas a la una, y no por la fragmentación. En el contexto actual, un nodo de tres tías produciendo en internet puede tener más impacto que si nos empeñamos a copiar un modelo organizativo que siempre va a terminar en fracaso. Me parece más interesante que cada una se dedique a lo que le motiva, que haya agendas múltiples, que se generen sinergias en diferentes momentos con las putas, con las hackers… Así se avanza, y no pensando que la verdad absoluta la tiene un colectivo determinado.

Las organizaciones feministas tradicionales se lamentan de la brecha generacional, de no estar atrayendo a las jóvenes. Vosotras, en cambio, lo habéis conseguido. ¿Cuál es la clave?

Txurrus: Las del MFC han sido mis madres políticas, pero cuando estaba en sus colectivos, el primer año no hablaba. Ponte a decirles cosas sobre violencia a tías que llevan 20 años militando. Te tocaba dedicarte a cosas de gestión, no a debatir, que es lo que querías.

Kattalin: Bajo nuestra fórmula, hoy viene a las jornadas una joven que no está organizada, y se encuentra un espacio de debate, no un espacio de sacar cosas adelante.

Txurrus: Cuando conocemos a otras jóvenes, nuestro fin no es que vengan a Medeak sino que vivan su propio proceso, porque a nosotras nos pasó eso. No vamos a dar respuesta a lo que están viviendo tias de 18 años. Podemos fomentar que debatan y se autoorganicen.

Kattalin: Las del MFC tendrían que preguntarse: “¿Para qué queremos que vengan?”. Hay que respetar los ritmos. Yo empecé en un grupo de chicas jóvenes, hasta que me encontré un buen día con Medeak y sentí que tenía la madurez política y la necesidad vital de sumarme a un colectivo así.

Otra reacción recurrente de las feministas clásicas ha sido recordaros que no aportáis nada nuevo, que ellas ya hacían performances o talleres de sexualidad en los setenta.

Nagore: Cuando se ha hablado de una cuarta ola del feminismo, han sentido que trayectoria no estaba siendo reconocida.

Txurrus: Nosotras visibilizamos mucho nuestros referentes, pero a las mayores les duele que se presente como nuevo algo que ellas ya hicieron. Lo hicieron ellas, sí, y ahora lo hacemos nosotras en este nuevo contexto.

Itu: Y ahora nos pasa a nosotras con chicas más jóvenes. Te encuentras con que van a hacer una performance. Yo podría ponerme a mandar y la performance igual quedaría mejor. Pero lo valioso es que ellas creen su performance. Tú tienes que pintar tu cuadro, no te pongas a intentar copiar a Van Gogh, y si lo haces date cuenta de que lo que importa es el matiz que pones tú.

¿Tiene el feminismo algo que aportar en un contexto generalista como el del 15-M, que en ocasiones ha sido hostil, pero en el que también han cabido propuestas feministas?

Kattalin: En este caso me sale a mí también la tentación de decir: “Nosotras ya estábamos haciendo eso, no estáis descubriendo nada”. Sí que hay una falta de reconocimiento. ¿Ahora queréis cambiar el mundo? Yo llevo años intentándolo. El feminismo no ha calado nada en la masa. A mí, personalmente, no me apetece ponerme a explicar a unas personas que quieren cambiar el mundo que feminismo no es lo mismo que machismo. ¿Queréis hacer una revolución? Pues primero informaros. Que asuman una responsabilidad más allá de corear lemas.

Nagore: En Donostia, el 15-M representa la disidencia legítima del sistema, los niños bien que deciden salir a la calle y que sirven para que se defienda que este es un país super sano desde el punto de vista democrático, porque la gente se manifiesta. ¿Y qué es eso de no tener ideología? Un movimiento aglutinador sin ideología no es más que un montón de gente. Dicen que están cabreados, pero tendrán que explicar por qué. Cuando ha habido represión policial contra el 15-M, se han llevado las manos a la cabeza como si quienes hemos sufrido represión policial anteriormente la merecíeramos. Eso sí, que en 15-M más grandes las feministas conspiren desde dentro me parece estupendo. Aunque para mí aparece la contradicción de que estás militando en un movimiento que es la representación del heteropatriarcado.

Itu: Cuando hicimos una concentración el Día de las Putas, se nos acercaron unos del 15-M para preguntarnos cuánto cobrábamos para follar, y a ver si se lo podíamos hacer gratis. ¿Nos tenemos que dedicar a educarlos?

Txurrus: Yo cada vez soy más reacia a estar en movimientos sociales mixtos. Vas a cualquier izquierda y te encuentras a los maromos. Vas al 15-M y te encuentras con los maromos. Me molesta el machismo del 15-M. Es verdad que en las ciudades en las que ha habido un 15-M potente, las feministas han estado metiendo caña. En Madrid, la carpa “Feminismos” (en plural) aportaba discursos y reivindicaciones que no eran para nada MCF. Si el 15-M ha servido para que Hetaira y las abolicionistas dialoguen, pues lo aplaudo.

Itu: Si tú defiendes una transformación social sin reconocer los discursos sociales críticos como el feminismo, me estás engañando. Eso es lo que ocurre con el 15-M. Yo soy muy pro 15-M, me gusta que estén en la calle, que no estén en casa jugando con la playstation. Es muy importante que exista ese movimiento, pero no tenemos que tener compasión con él. Hay que merterles caña, visibilizar en espacios como Diagonal que esos de izquierdas son machistas, que son además de derechas si no hacen lecturas críticas. No se puede estar un finde en el JMJ y otro en el 15-M. Confío en que influya el trabajo de nuestras compañeras feministas, y aquí ya da igual que sean transfeministas o clásicas, proque se trata de enseñarles que dos mas dos son cuatro. En la Revolución Francesa, los hombres pactaron la esclavitud de las mujeres, pese a que ellas también participaron. Me preocupa que eso se repita. El gesto de arrancar la pancarta que decía “La revolución será feminista o no será” está cargado de significado. Ellos no quieren que sea feminista.

Sois críticas con el feminismo institucional y con avances como la Ley Integral contra la Violencia de Género. Con el PP en el Gobierno,¿os lamentaréis de haber atacado las políticas de igualdad?

Itu: El PSOE creaba expectativas y las frustraba. Queríamos 10 y nos daban 2. Ahora nos van a quitar todo, nos van a dar menos cinco. Yo no creo que cuanto peor estemos mejor. Las vamos a pasar putas. Hay que estar atentas para luchar. Tienen muchos recursos para hacer el mal y nosotras estamos precarizadas. Nosotras no estamos en contra de trabajar en las instituciones; de hecho varias somos técnicas de igualdad. Estamos mutadas, metidas en el sistema con mil caretas, porque creemos en el feminismo como si fuera nuestra religión, y nos dedicamos a él en cuerpo y alma. Queremos que exista la institución, que cree un centro de documentación o una casa de las mujeres. Porque nos corresponde todo ese dinero, esos recursos, porque queremos conseguir todo lo que podamos para las mujeres. Pero sabemos cuáles son las limitaciones de la institución. No podemos esperar que nos salven la vida o que produzcan un discurso político nuevo.

Txurrus: No puede ser que el referente feminista sean las instituciones de igualdad. Lo interesante es generar alianzas entre las feministas que están en las instituciones y las que están fuera de ellas.

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