Estoy en contra de la lactancia materna

Estoy en contra de la lactancia materna

La presión a favor de la lactancia se encuadra en la cada vez mayor naturalización de las mujeres. Ser madre lactante no es una obligación, sino una opción; se puede ser buena madre y dar biberón; que además permita compartir la crianza a partes iguales con el otro progenitor o progenitora

04/10/2011

Alba Lactancia Materna. Flickr

En septiembre se ha celebrado la semana de la lactancia materna, uno de los asuntos que me pone de peor humor de los relacionados con las mujeres. Se que el título de este post es provocador,  y la verdad es que una no debería llegar nunca a tener que decir que está a favor o en contra de la lactancia, porque no se está a favor o en contra de algo que nunca ha estado ni puede estar prohibido y que por tanto es una elección muy personal. Las defensoras de la lactancia se escudan en no sé qué problemas inexistentes para poder dar de mamar y, gracias a esa supuesta persecución han conseguido crear “una causa” y de ahí han pasado a convertirla en una obligación.

Se somete a una presión brutal a las madres para que den de mamar, sí o sí. No veo la persecución a la lactancia por ningún sitio

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Aquí viene muy bien una cita de Zyzek que dice que para que algo resulte apoyado o defendido en esta sociedad posmoderna tiene que parecer transgresor, tiene que parecer que se impone desde una posición de desigualdad. La lactancia materna no ha estado nunca perseguida, y ahora las que estamos perseguidas somos las que no queremos dar de mamar y nos atrevemos a decirlo claramente (que no quiere decir que no defendamos que den de mamar las que quieran hacerlo)

Es inevitable que cuente mi experiencia. Mi hijo tiene 24 años y nació en el Hospital 12 de octubre de Madrid. Como mi hijo nació por medio de una cesárea difícil estuve más de una semana en el hospital. Yo no tenía una idea preconcebida sobre si dar de mamar o no, no lo había pensado. Supongo que pensaba dar de mamar al principio y dejarlo en cuanto volviera a trabajar porque lo que no tenía en absoluto es una idea mística acerca de la lactancia.

Cuando le puse a mamar el primer día la cosa me resultó de lo más desagradable y dolorosa, no me gustó nada y mucho menos me gustaba estar a disposición del bebé cada tres horas sin poder dormir ni descansar. Al tercer día ya no quería darle de mamar más. Y así lo manifesté. Entonces comenzó una especie de persecución en la que las enfermeras sólo me dirigían la palabra para llamarme mala madre y egoísta. No me daban biberones ni me retiraban la leche. El niño lloraba de hambre. O daba de mamar o el niño pasaba hambre: ese era el inaceptable chantaje. No me conocían, está claro. Mi hermana compró en la calle los biberones y la leche y lo hervíamos todo en una cafetería de por allí. Finalmente, tengo que admitir que el único enfermero varón de la planta se compadeció de mí y me dio de tapadillo unas pastillas para que la leche se retirara.

Mi cuñada, que es hoy ginecóloga en un hospital de la Seguridad Social, madre que tampoco quiso dar de mamar, me confirma que las cosas están aun peor y que se somete a una presión brutal a las madres para que den de mamar, sí o sí. No veo la persecución a la lactancia por ningún sitio.

La presión a favor de la lactancia se encuadra en la cada vez mayor naturalización de las mujeres. Ser madre lactante no es una obligación, sino una opción; se puede ser buena madre y dar biberón; que además permita compartir la crianza a partes iguales con el otro progenitor o progenitora

Acabo de leer el libro de E. Badinter sobre el asunto. Y he leído también este artículo. Respecto al mismo tengo que decir que la lactancia materna en los países desarrollados no es ni mejor ni peor que el biberón y que la leche maternizada cada vez se parece más a la natural; que la presión a favor de la lactancia es una presión que se encuadra en la cada vez mayor “naturalización” de las mujeres; que respetando que cada mujer haga con su cuerpo lo que quiera, a muchas nos parece que dar de mamar es incómodo, que duele, que es desagradable y que nos convierte durante meses o años en adminículos de un bebé; quien quiera pasar por eso está en su derecho, a muchas no nos da la gana. Que el bebé se convertirá en un niño y adulto exactamente igual si ha mamado que si no (la generación de los 60, la mía, fue la de la liberación de las mujeres. No mamamos y aquí estamos) Que ser madre lactante no es una obligación, sino una opción; que se puede ser buena madre y dar biberón; que dar el biberón tiene para muchas de nosotras la ventaja de que el padre o la otra progenitora comparten así a partes iguales la crianza y eso es bueno no sólo para el niño, sino también para la madre que vuelve a ser cuanto antes una persona independiente y libre, además de mucho más descansada.

Que es igual de amoroso dar de mamar que no hacerlo y que yo quiero a mi hijo tanto como la madre más amamantadora; que cuidarse una misma y ponerse por delante de necesidades inexistentes del bebé es sano y no egoísta, que sacrificios con los hijos, la sociedad y nuestra biología los justos, que las mujeres tenemos una larguísima historia de autosacrificios que no nos llevan a ningún sitio (o sí, a un sitio que a muchas no nos gusta nada). Que todos esos estudios que esgrimen las de la Liga de la Lactancia que se supone que “demuestran” que la lactancia protege al bebé de no sé cuántos males y le convierten en más listo, más sano, más guapo y más alto que los criados con biberón no son ciertos (referencias en el libro de Badinter); que sí, que es más barato dar de mamar y que en los países pobres es más sano también puesto que no hay garantías respecto al agua hervida ni respecto a la leche maternizada, pero aquí no estamos en esa situación, y además hablamos de elegir, no de obligar. Sobre la contaminación, ejem, no me resisto a mencionar que Greenpeace hizo un estudio (que tuvo que retirar por las presiones) en el que demostraba que todos los contaminantes que ingerimos y que están en nuestro organismo pasan a la leche materna, por lo que esta está llena de sustancias extrañas que vienen de lo que comemos, casi todo con restos de contaminación. Con esto no quiero decir que dar de mamar sea malo, los niños que han mamado parece que se crían igual de sanos, altos y listos que los que no lo han hecho.

Lo que es malo es presionar a las mujeres, vender la lactancia como el paraíso, usar argumentos naturalistas y biologicistas para encerrar en ellos a las mujeres, no respetar la libertad de elección; es malo hacer de la lactancia una causa de las mujeres como si las mujeres necesitáramos que nos ayuden para hacer algo para lo que, por otra parte, estamos constantemente presionadas y que llevamos haciendo siglos sin posibilidad de elegir (bueno, las ricas siempre han podido elegir todo, incluso esto y siempre han dispuesto de mujeres pobres que pusieran la teta por ellas); lo que es malo es ponernos sin discusión a disposición de la naturaleza, de la biología, de los bebés, de nuestra obligaciones maternales que se anteponen a las laborales, a las sociales, a las personales, a la libertad, a hacer lo que nos de la gana con nuestras tetas, en definitiva.

Y sí, ya se que lloverán por aquí miles de post con estudios que demuestran lo mala malísima que soy por decir esto. Ser antilactancia es un anatema moderno. Eso sólo demuestra lo cerca que estamos siempre las mujeres de volver a ser puestas del lado de la naturaleza para que nos quedemos allí, por cierto. Conmigo que no cuenten.

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