“Porque sin nosotras no se mueve el mundo”

“Porque sin nosotras no se mueve el mundo”

El desfile de la precariedad reivindica en Lavapiés condiciones dignas para las trabajadoras del hogar y critica la invisibilidad de un trabajo que, en ciertos casos, roza la esclavitud

13/06/2011

En las últimas movilizaciones en favor de los derechos de las trabajadoras del hogar, sus protagonistas lo han dejado claro: “Sin nosotras no se mueve le mundo”. Las asociaciones de empleadas del hogar reivindican sus derechos y critican la invisibilidad de su trabajo. Este sector, inserto en el Régimen Especial de la Seguridad Social desde 1985, permite jornadas laborales de 14 horas cobrando menos del salario mínimo interprofesional anual y no existe derecho a paro ni a baja por enfermedad hasta el día 29, por mencionar sólo algunos de los puntos más discriminatorios.

En un acto reivindicativo organizado por Territorio Doméstico, por la alfombra roja desfilaron la imaginación, el color y agudas críticas a las condiciones que sufren las trabajadoras del hogar que, en ciertos casos, rozan la esclavitud.

El pasado 8 de mayo se celebró en el barrio madrileño de Lavapiés un desfile con las últimas tendencias precarias en el empleo del hogar, organizado por el colectivo de trabajadoras del hogar Territorio Doméstico. Por la alfombra roja desfilaron la imaginación, el color y agudas críticas a las condiciones que sufren las trabajadoras del hogar que, en ciertos casos, rozan la esclavitud.

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Durante el acto dejaron claro a voz en grito que no estaban todas, “faltan las internas” porque para éstas sí que es imposible tener vida propia, asuntos, días libres e incluso horas para reclamar sus derechos.

Trabajadoras del hogar

Foto de Emilia Laura Arias Domínguez

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, unas 800.000 personas, el 90% de ellas mujeres, trabajan como empleadas del hogar, y se calcula que sólo 280.000 están dadas de alta en la Seguridad Social, lo que no supone un reconocimiento de derechos equiparables al del Régimen General. En 1985 fue aprobado el Régimen Especial del Empleo del Hogar que “legaliza desde entonces condiciones abusivas, como el hecho de no tener derecho a paro ni a baja laboral hasta el día 29 y trabajar hasta 14 horas, entre otras cosas”, cuenta Territorio Doméstico.

A pesar de esas estadísticas, “el problema es que no hay una foto real del asunto ni interés por parte de las instituciones en tenerla”, asegura Isabel Otxoa, profesora de derecho laboral de la Universidad del País Vasco, e integrante de la Asociación de Trabajadoras del Hogar de Bizkaia (ATH-ELE), colectivo que lleva más de 25 años trabajando por los derechos de este sector. Isabel Otxoa destaca que, según la Encuesta de Población Activa (EPA), el 8% de las mujeres ocupadas se dedica al empleo del hogar. En la Comunidad Autónoma Vasca una encuesta de marzo dice que 100.000 familias, el 14%, declaran tener contratado personal doméstico.

Josefa Ramírez (seudónimo) lleva 18 años trabajando en la misma casa. Hace poco se cayó trabajando y tuvieron que operarla. Poco antes de la operación su jefa llamaba preguntando que cuándo volvería a trabajar. Le descontó los días que faltó del sueldo. Cuando la madre de Josefa murió falto tres días a trabajar; su jefa volvió a descontarle 150 euros de asignación mensual.

“Reivindicamos papeles para todas, jornada máxima de 40 horas semanales, salario mínimo incrementado en el 20%, condiciones de privacidad en el trabajo interno, descanso ininterrumpido de día y medio semanal y equiparación con el Régimen General”

En la pasada reforma laboral se modificaron dos puntos que mejoraron “mínimamente” las condiciones de un sector al margen del régimen general de la seguridad social. “Pero no se tocó lo esencial; la invisibilidad de un trabajo relacionado directamente con la migración femenina, los cuidados y la organización social dominante”, reza el manifiesto de Territorio Doméstico.

Ramona Vera llegó a España hace nueve años para trabajar y reconoce haber tenido suerte con su empleadora, pero denuncia que su colectivo no tiene “derecho ni a paro ni a nada, a la espera de una jubilación también precaria”. “Estamos aquí porque queremos visibilizar la lucha por nuestros derechos”, subraya.

“Reivindicamos papeles para todas, jornada máxima de 40 horas semanales, salario mínimo incrementado en el 20%, condiciones de privacidad en el trabajo interno, descanso ininterrumpido de día y medio semanal y equiparación con el Régimen General”, explica Isabel Otxoa en nombre de la ATH-ELE. Otra cuestión fundamental es la necesidad de “servicios públicos de empleo eficaces para el trabajo doméstico y control de las agencias privadas de colocación, que acaban de ser legalizadas pero tendrían que ser ilegales”, concluye Otxoa.

Foto de Emilia Laura Arias Domínguez

El chantaje de los papeles

Territorio Doméstico cuenta que hay pocos datos pero que la cifra que se maneja es que el 65% de las mujeres que trabajan en el sector son inmigrantes. Según Otxoa, “las inmigrantes son mayoría abrumadora en el trabajo interno y hacen el trabajo más duro en condiciones inhumanas de falta de descanso, aislamiento social, y a cambio de salarios que no llegan al mínimo en relación a la jornada”.

“Las inmigrantes son mayoría abrumadora en el trabajo interno y hacen el trabajo más duro en condiciones inhumanas de falta de descanso, aislamiento social, y a cambio de salarios que no llegan al mínimo”

Es el caso de Amalia Santos (seudónimo). Desde hace tiempo cuida a un anciano, le acompaña al médico, salen de paseo y él necesita apoyarse en ella para caminar. Un día mientras estaban en el parque llegó la policía y le pidió la documentación. Ella les explicó que está trabajando y que el señor no puede quedarse sólo. Pero a la policía le dio igual y la detuvo. Amalia pasó tres días en comisaría.

Las inmigrantes necesitan demostrar tres años de residencia ininterrumpida en España y contar con una oferta de contrato para poder solicitar los papeles por la vía del arraigo social. “En ese tiempo se ven obligadas a soportar condiciones ilegales. Y después los empleadores frecuentemente les obligan a pagar entera o a medias la cuota de seguridad social”, critica Otxoa. Y añade que “el trabajo interno es el peaje que tienen que pagar las trabajadoras hasta que levantan cabeza”.

La profesora de derecho laboral considera “muy revelador” que las inspecciones de extranjería jamás lleguen al empleo doméstico: “Se sabe y se tolera que (según nuestros datos) una de cada tres cuidadoras esté trabajando sin papeles”.

Trabajadoras hogar

Foto de Emilia Laura Arias Domínguez

La crisis de los cuidados

La crisis de los mercados no ha hecho que baje la demanda de los cuidados, como ha ocurrido en otros sectores como la construcción. A pesar de que sigue habiendo demanda en el empleo doméstico, e incluso repunta, la recesión sí ha servido como pretexto para pagar menos y exigir mucho más, dejando en una posición mucho más vulnerable a las empleadas del hogar y, en especial, a las mujeres migrantes.

La doble jornada de las mujeres, los cambios en la estructura familiar, la prolongación de la esperanza de vida, el modelo urbanístico, el mantenimiento de la división sexual de trabajo en lo doméstico (es decir, la falta de asunción por parte de los hombres de sus responsabilidades domésticas y familiares), han derivado en una crisis de los cuidados que, según Otxoa, “ha hecho emerger gran cantidad de empleo en el trabajo doméstico, pero en condiciones de precariedad”.

Cada vez más mujeres trabajan fuera de casa, y no pueden o no quieren cumplir con el mandato patriarcal de responsabilizarse en exclusiva del cuidado de la familia. Como asegura la profesora, “cuando la pieza que sostiene el engranaje empieza a cuestionar su papel y se retira, se pueden hacer dos cosas: reorganizar el anterior reparto injusto del trabajo o buscar alguna otra solución para que nada cambie. La masiva contratación de empleo doméstico demuestra que se ha optado por lo segundo”.

La Asociación de Trabajadoras de Bizkaia propone combinar las siguientes soluciones: “Por un lado, hacer posible la conciliación entre el empleo y las actividades de cuidado, reduciendo la jornada de trabajo de todas las personas. Por otro lado, realizando una mejor distribución de los horarios laborales, escolares y de los servicios”. El reparto del trabajo doméstico entre hombres, mujeres y Estado, y unos servicios de cuidado amplios y accesibles son necesarios para que esta situación cambie.

Territorio Doméstico cuestiona en su manifiesto “el modelo social en el que se apoya la invisibilización de los cuidados, basado en la falsa idea de que somos seres autónomos e independientes, que nunca necesitamos cuidados”

 

La postura ecofeminista: “sin el cuidado de la vida no hay futuro”

Mónica Suárez (seudónimo) trabaja de interna 14 horas por 600 euros al mes. No se atrevía a hacerse una mamografía por no pedirle horas a su jefa. Cuando por fin se decidió, su jefa la amenazó con descontarle dinero. Cuando estaba en la sala de espera recibió tres llamadas suyas preguntando por su vestido favorito.

“Una sociedad que valora más la fabricación de bombas racimo que el cuidado de un anciano es una sociedad enferma”, declara Marta Pascual, experta en género de Ecologistas en Acción.

Pascual asegura que “necesitamos entendernos como seres interdependientes y como seres ecodependientes. Una cultura que da la espalda a las tareas de reproducción de los seres humanos y a las relaciones comunitarias, y además lo hace desde el sometimiento de la mitad de la población y no desde su elección libre, no nos sirve. Sirve al beneficio del capital, pero no a la mayor parte de los seres humanos”.

Según esta militante ecofeminista, “los recortes sociales que se están imponiendo reducen la intervención pública en los trabajos de cuidados, ya escasa, y esta responsabilidad vuelve a manos de las mujeres”. “Cuando su poder adquisitivo se lo permite, mercantilizan ese trabajo y lo dejan en manos de otras mujeres, en muchos casos inmigrantes con problemas en su regularización”.

Pascual asegura que el régimen especial del trabajo doméstico “es una prueba de la desvalorización del trabajo doméstico, lo que sirve para apropiarse de él y mantener el orden patriarcal”. La ecologista concluye que esta es “una postura cultural que puede ser suicida para nuestra especie, porque sin el cuidado de la vida no hay futuro”.

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