Las voces que gritan

Las voces que gritan

La estatua de Carlos III, ferviente seguidor del Despotismo Ilustrado ha pasado a convertirse en un simple punto de referencia espacial. Las actividades se van multiplicando y diversificando cada día, aquí se puede asistir a una charla sobre arquitectura efímera, comerse una paella o analizar conceptos básicos en un taller llamado “feminismo para principiantes”

30/05/2011

Rosa San José

A pesar de la indignación, la gente que habita Sol sonríe. Después de muchos días sin apenas dormir, bajo un calor de justicia y con todo lo que se nos viene encima después de las elecciones, la gente sigue sonriendo, se diría que hasta parecen felices. Creo que lo somos. Desde el domingo 15 de mayo, día en el que se celebró la manifestación convocada por Democracia Real hasta ahora, han pasado muchas cosas. A los primeros manifestantes que decidieron ocupar la plaza se les desalojó por la fuerza e incluso se detuvo a algunos de ellos. Al día siguiente fuimos más y al otro más aún y no sólo en Sol, sino en decenas de ciudades del Estado e internacionales. Durante este tiempo la Puerta del Sol se ha llenado de pancartas, de gente concienciada, curiosa, de tiendas de campaña, de voces, de periodistas…

Este microcosmos que ha surgido acoge a un grupo muy heterogéneo de personas que poco a poco ha encontrado su sitio en la organización y gestión del campamento. La actividad ha sido y sigue siendo frenética, suceden tantas cosas que a veces resulta difícil saber que está ocurriendo a tu alrededor. El campamento ha ido creciendo de forma planificada en torno al “caballo”, la estatua ecuestre de Carlos III, que se ubica en mitad de la plaza. Cosas del destino, la estatua de Carlos III,  ferviente seguidor del Despotismo Ilustrado, esa política basada en la consigna de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, ha pasado a convertirse en un simple punto de referencia espacial.  En el campamento es fácil oír decir a alguien que la caseta de comunicación está en la cola del caballo o que se encuentra a la izquierda del caballo.

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Bajo ese entramado de lonas se encuentran la enfermería, la guardería, los puestos de información, de alimentación y los puntos de encuentro de las diferentes comisiones que van desde “infraestructuras”, a “respeto” pasando por “educación”, “género” “legal”, “barrios”, “cultura” o “comunicación”.  Las actividades se van multiplicando  y diversificando cada día, aquí se puede asistir a una charla sobre arquitectura efímera, comerse una paella o analizar conceptos básicos en un taller llamado “feminismo para principiantes”. El plano del campamento que se editó hace dos días hoy ya no sirve por que se ha quedado obsoleto. Todo esto se mantiene gracias al trabajo colectivo y a las donaciones de los vecinos y simpatizantes.

En toda la plaza se pueden ver todo tipo de consignas, pancartas, cartulinas, folios, cualquier soporte vale para dejar constancia de nuestra voz. Creatividad y frescura a raudales. La gente tiene ganas de hablar, de intercambiar ideas, de sentirse escuchada. Algunas se atreven a coger el micrófono y a exponer sus ideas en alto y otras lo hacen en bajo. Política, precariedad laboral, hipotecas o privatización del agua en Madrid… se puede hablar de cualquier cosa. Quizá desde fuera pueda parecer un poco sensiblero pero hay que valorar positivamente este punto de reflexión colectiva, de reconocerse en el otro, de no sentirse sola frente a esta crisis, frente a la clase política, frente al desprestigio de lo público, frente a esta sociedad de consumo feroz.

No todo ha sido consenso y en algunos momentos se han producido conflictos como los que se plantearon cuando se discutió sobre la presencia de los medios de comunicación en las asambleas o cuando se colgó una pancarta que decía “la revolución será feminista”. Esa noche, unos pocos se sintieron excluidos, empezaron a abuchear y alguien acabó retirando la pancarta. Desde la asamblea general se ha recriminado en varias ocasiones la acción y la caseta de la comisión de género se ha llenado de carteles que entre otras cosas fomentan el uso de un lenguaje ni sexista, ni discriminatorio.

Después de diez días de acciones y concentraciones centenares de personas continuamos reuniéndonos para debatir en las plazas y calles cercanas a Sol. A pesar de la energía y de las ganas de participar, este proceso de diálogo y de organización horizontal exige aprendizaje, esfuerzo y tiempo. Algunas voces internas y sobre todo externas al movimiento se están alzando pidiendo propuestas concretas. Desde el primer día se trabaja en varias líneas de actuación, sin embargo, ahora nos enfrentamos a la tarea más difícil de definir, redactar y consensuar esas propuestas. Creo que después un periodo tan largo en silencio es necesario tomarse un tiempo y no precipitarse tomando decisiones parciales, pero también es necesaria la realización de acciones que sigan dando visibilidad y difusión a este movimiento de desobediencia civil pacífico. De momento el campamento de Sol sigue vivo al menos hasta el domingo, las asambleas se están llevando a los barrios y las movilizaciones continúan en la calle y en internet.

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