Maternidad lésbica: toda una carrera de obstáculos

Maternidad lésbica: toda una carrera de obstáculos

Expertas y mamás analizan las discriminaciones legales y sociales a las que se enfrentan las familias formadas por lesbianas

25/03/2011

Madres lesbianas

Foto de Oriana Eliçabe

“Aitor vive con mamá María y con ama Iciar en un pueblo pequeño de Navarra rodeado de montañas. Tienen una casa muy grande, con un bonito jardín lleno de flores y un huerto. (…) Desde hace un tiempo Aitor ha empezado a preguntarse por qué la mayoría de los niños tienen una mamá y un papá. Él, en cambio, tiene dos mamás”. Así arranca Aitor tiene dos mamás, un cuento que narra la historia de una familia que tiene que abandonar el pequeño pueblo en el que viven para trasladarse a la capital porque sus vecinos no entendían la diversidad familiar. Esa situación no se da sólo en la ficción. Expertas y mamás analizan los obstáculos a los que se enfrentan las familias encabezadas por lesbianas.

Jone y Rosa (nombres ficticios) están casadas y viven en San Sebastián. Su hija Leire, nacida después de un peligroso embarazo, ya tiene casi cinco años. Optaron por la inseminación artificial. “El camino tiene obstáculos; en muchas ocasiones uno de los más importantes es el dinero. Nosotras conseguimos quedarnos embarazadas en el segundo intento, pero desde el principio tuvimos claro que no lo íbamos a intentar más de tres veces. Además, uno de los requisitos es no tener más de 40 años, por lo que no podíamos acceder a ese servicio. Fuimos a una clínica privada y cada intento son 3.000 euros. Cuando te baja la regla te deprimes”, cuenta Jone.

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La seguridad social, Osakidetza, cubre este tipo de tratamientos pero la lista de espera es de casi dos años.

Pilar llevaba más de diez años junto a Almudena cuando decidieron ser madres: “Siempre piensas que lo harás cuando tengas un trabajo más estable o el entorno sea más favorable, pero la vida no es así, así que cuando mi instinto maternal estalló, ya no pudimos más y nos lanzamos. Todo el proceso duró unos ocho meses porque son muchas pruebas; además, nos quedamos embarazadas al tercer intento. La primera opción que barajamos fue la inseminación, pero luego allí, de hormonas hasta las orejas, en un proceso en el que has puesto toda tu ilusión… Pues por tu cabeza pasan todas las opciones. Desde la adopción a un vientre de alquiler. Fue difícil porque no lográbamos encontrar a nadie que respondiese con seguridad a nuestras dudas”. La hija de Pilar y Almudena ya tiene treinta meses. Se llama Ada.

Susana Ronga, psicóloga clínica y psicoterapeuta, ayuda a las parejas homosexuales a enfrentar el proceso. “Trabajo para que reciban  la misma atención y orientación que reciben las parejas heterosexuales. Llegan llenas de ansiedades, dudas y temores que deben ser resueltos para enfrentar de forma más sana este pasaje. En general, la mayor preocupación de las familias homoparentales es cuál será la situación social y la aceptación de sus hijos por sus respectivas familias. Hay que resolver mandatos culturales tradicionales”

El centro de estudios y documentación Aldarte ha publicado recientemente un informe sobre la maternidad lésbica. Afirman que la mayor parte de las lesbianas son madres por relaciones heterosexuales (58,62%). La inseminación artificial es la segunda opción (31,82%) y puede darse a través del método ROPA (Recepción de Óvulos de la Pareja) o a partir de la donación de semen de un donante y el óvulo de la madre que da a luz. La adopción es el método al que menos recurren (11,36%).

Obstáculos legales

Las parejas heterosexuales con descendencia pueden ejercer la paternidad sin necesidad de estar casadas, pero no pasa lo mismo con las homosexuales. Jone recuerda el caos legal que supuso el nacimiento de su hija: “Por un lado, tiene una partida de nacimiento como hija de madre soltera, pero yo ya estaba casada y nosotras teníamos un libro de familia en el que aparecíamos las dos. Después nos dieron un libro de familia en el que ya aparecíamos las tres y otra partida de nacimiento como hija de ambas. Ahora la madre no biológica no tiene que pasar por el trámite de adopción, pero tiene que aceptar a ese hijo como suyo, algo que dentro de un matrimonio heterosexual se da por hecho. En nuestro caso no tuvimos que pasar por una evaluación psicológica, pero conocemos de casos en los que sí que se ha hecho”. Se casaron antes de que naciera la niña “para evitar problemas”, y Jone hizo un testamento en el que pedía expresamente que si le pasaba algo en el parto se diese la custodia a su mujer.

Almudena y Pilar también tuvieron que casarse antes de que naciese su hija: “No queríamos casarnos, ya llevábamos 10 años juntas;  no queríamos un papel, queríamos un hijo. Para que Ada tuviera los apellidos de ambas no tuvimos más opción que hacerlo y como nos enteramos tarde, lo hicimos a toda prisa”

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Una nueva realidad

La maternidad entre lesbianas rompe con la concepción de maternidad tradicional, con el mito de que para ser una “auténtica” madre (o padre) hay que serlo de forma biológica, defiende Inmaculada Mujika, socióloga y psicóloga de Aldarte .”El hecho de estar implicado biológicamente en la parentalidad de un menor no hace más madre (o padre) al adulto sobre el que no lo está. Es un gran error pensar lo contrario y ésta es la cuestión que puede llevar a un gran sufrimiento y tener efectos negativos en la criatura, sobre todo cuando la madre que no la ha parido no goza de una maternidad tan reconocida o legitimada como la madre que sí ha parido”. Por ello, Mujika rechaza distinciones entre madre biológica y madre no biológica, “que nada aportan de cara al  buen ejercicio de la maternidad.”

Gloria (más conocida en la blogosfera como Hester Prynne) es la autora del blog La letra escarlata, en el que escribe sobre cuál fue su experiencia para poder ayudar a otras mujeres lesbianas. ”Intentos sin resultado, desesperación cuando los meses se convirtieron en un año y en más, la preocupación constante de que se nos terminase el dinero y no pudiéramos continuar buscándolo… El cambio de mentalidad ha sido también lento y trabajoso. La madre del corazón, que soy yo [aboga por sustituir por éste el término “madre no biológica”], observa el crecimiento del vientre de su pareja, reivindica su papel ante los médicos que le miran con ojos interrogantes, cocina para la embarazada y ese ser pequeñito que se va transformando poco a poco en bebé y hace todo lo posible para cuidarles a los dos, a su familia, a esa persona y media que son lo más importante de su vida”.

Susana Ronga también resta importancia al vínculo biológico: “Lo importante es prepararse para la función de criar a un hijo, para poder responder a sus necesidades, para brindarle  el afecto y la contención necesarios”

Educar en igualdad

En el colegio de Leire, la hija de Rosa y Jone, todos saben que ella tiene dos mamás. Han visto las fotos que Leire lleva cuando hacen trabajos sobre la familia. Un día, al salir del cole, una compañera de clase de Leire se acercó a ella para preguntar: ¿Ésta es amatxu Jone o amatxu Rosa? “Los niños lo llevan con toda la naturalidad del mundo. Podría tratarse algo más el tema, pero en clase de mi hija no haría falta porque todos lo saben y lo aceptan con naturalidad”, afirma Jone. “La situación se explica sobre la marcha, no se explican las cosas que no preguntan porque si los niños quieren saber… preguntan y preguntan.  Si de mayor tiene problemas ya se verá, intentaremos prepararla y que le quede claro que si tiene problemas no es por ella sino porque nosotras no gustamos”.
Mujika discrepa: “Nadie en esta sociedad, en principio, acepta nada con naturalidad. Y esto me vale para todas las personas y de todas las edades. La naturalidad hay que construirla y hacerla posible. A los niños y niñas hay que explicarles absolutamente todo sin confiar en que por ellos mismos sacarán sus propias conclusiones de “aceptación” de aquello que ven, oyen y sienten”. Y alaba la “naturalidad” con la que las madres explican, según las necesidades de sus criaturas, aquello que necesita ser explicitado. “Lo hacen muy bien y muchas veces solas y sin apoyos externos”.
La hija de Almudena y Pilar todavía no pregunta, pero sus mamás ya la cuentan un cuento en el que dos mamás quieren tener un bebé y buscan a un papá que tiene muchos para que les de uno.

Tejiendo redes familiares

Jone forma parte de Magala, una asociación guipuzcoana que aglutina alrededor de diez familias homoparentales, la mayoría formadas por lesbianas. Se reúnen para charlar y para que los niños se conozcan y vean que hay más familias como las suyas. “Es muy importante crear redes porque conocer los problemas a los que se han enfrentado otras familias ayuda a solucionar los tuyos.  En Barcelona, en  Valencia… hay familias con hijos e hijas desde 15 a 30 años. Se están haciendo muchas cosas gracias a este tipo de redes: reportajes,  cuentos, encuentros como el de Tarragona, en el que nos juntamos cerca de 300 familias… ”. El próximo encuentro será en Cáceres, donde coincidirán también con Pilar y Almudena. Éstas no suelen frecuentar estos espacios porque no sienten que tengan nada en común con el resto de familias, aparte de la orientación sexual, pero quieren que Ada conozca a otros niños que también tienen dos mamás.

Pilar y Almudena, con muchas parejas más, utilizan la red como espacio para hacer públicos sus temores y para ayudar a las futuras mamás a solventar dudas.  Gloria, desde su blog, intenta colaborar con las futuras mamás, y además ha creado una página en Facebook, Bollomaternidades, para llegar a más gente en su intento de facilitar el camino a las lesbianas que quieran ser madres. Asegura recibir un montón de preguntas: “Hay mucho desconocimiento entre las propias lesbianas acerca de cuáles son los trámites a seguir. Además, a pesar de que la ley del matrimonio civil en España permite que las parejas del mismo sexo se casen, todavía sigue habiendo muchísima discriminación y mucho vacío legal”.

Y el cuento tiene final feliz: “Aitor ha comprendido que lo más importante en una familia es el cariño, y no cuántos padres y cuántas madres se tienen. Como por arte de magia de la bruja Mandruska, su pena se ha esfumado” (Autoras: Mendieta, María José Piérola, Mabel. Ediciones Bellaterra)


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