“El tango queer rompe con todo un símbolo heterosexista y se apropia de él”

“El tango queer rompe con todo un símbolo heterosexista y se apropia de él”

Mariana Docampo marca los tiempos del martes noche, recibiendo como anfitriona en la que, desde hace cinco años, es la Milonga Tango Queer de Buenos Aires. Especialista en estudios de género, escritora y profesora de tango, es la mano que mece ese espacio y codirige el Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires.

01/03/2011

Mariana Docampo (derecha) baila con Cecilia Mirkin, impulsora del tango queer en el Reino Unido http://samesexdancing.blog.co.uk

Bárbara Muriel

Texto relacionado: Tango queer

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Perú, 571. Mariana Docampo marca los tiempos del martes noche, recibiendo como anfitriona en la que, desde hace cinco años, es la Milonga Tango Queer de Buenos Aires. Especialista en estudios de género, escritora y profesora de tango, es la mano que mece ese espacio y codirige el Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires. Al filo de la madrugada, nos atiende, accesible y diligente, en un recodo de la escalera de acceso al club. Cuando la pista comienza a girar, no hay otro rincón en la sala donde escapar al emocionado compás del tango.

¿Qué es el tango queer?

El tango queer pasa por conectar la teoría queer con el tango. En mi espacio he tratado de definirlo como una práctica donde dos personas, sin importar su identidad, puedan bailar tango en el rol que deseen. En el tango tradicional, la pareja siempre está formada por un hombre y una mujer. En el tango queer la idea es que pueda haber dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer, y que cualquiera de los dos pueda ocupar uno u otro rol indistintamente, incluso bailar cambiando los roles. Esa práctica conecta con un concepto de identidades no fijas y con la construcción de un espacio, por ejemplo en el marco de una milonga, donde todos estemos interactuando al mismo nivel.

¿Cómo llegaste a concretar ese proyecto y a consolidar tu milonga?

Cuando empecé, la palabra “queer” acá prácticamente no se usaba. Definí mi espacio como “tango queer” por influencia de las discusiones que tuve con Ute Walter, organizadora del movimiento del tango queer de Hamburgo. Por entonces, en Buenos Aires, yo dirigía la Milonga de Mujeres y Augusto Balizano, dirigía la Milonga La Marshall, una milonga gay. En Argentina, en general, la milonga gay funcionaba bien y los bailarines homosexuales conocían los dos roles. Sin embargo, las mujeres no bailaban tanto, justamente porque dos mujeres que solamente saben ser llevadas no pueden bailar juntas. Para mí, era importante corregir esa falta y ampliar la propuesta, sin limitarlo a una cuestión homosexual. Era mucho más lo que se podía decir. Así nació el espacio Tango Queer.

Los roles tienen una función fundamental en la dinámica del tango, ¿cómo dialogan dos cuerpos en ese nuevo intercambio que propone el tango queer?

En el tango tradicional, si eres mujer te van a enseñar a ser llevada. Es el hombre el que ocupa el rol de guía, que cuenta con más información sobre pasos y movimientos, y en eso consiste su poder. En la medida en que solamente el varón pueda acceder a ese lugar de mayor conocimiento, que es el más difícil y el que tiene más responsabilidades, se establece una relación desigual. Por eso, el solo hecho de que el rol no esté fijo ni identificado con el sexo, con una identidad determinada, rompe de por sí la tensión de poder que se hace explícita en una pareja que baila. Mi propuesta consiste en ofrecer, desde la enseñanza, los mismos conocimientos a todas las personas para darles la oportunidad de conocer y elegir libremente el rol que quieran ocupar, incluso los dos indistintamente.

De ahí el encanto de la “danza de pares”, un recurso que permite intercambiar roles incluso durante una misma pieza de baile…

Ésa es una de las posibilidades que te da el tango. Lo que pasa en esta danza es muy fuerte porque estás físicamente muy cerca de la otra persona. Lo que el tango queer termina aportando es la oportunidad de explorar tu sensualidad y de darle posibilidades. De esta manera puedes ser mucho más.

¿Cómo ha encajado el tango queer en la sociedad argentina?

Para mí este movimiento forma parte de una época. Hay que tener en cuenta que el tango está muy ligado a la idiosincrasia argentina. El tango acá se considera una cuestión de hombre y mujer. Si el símbolo argentino, también para afuera, es un hombre guiando a una mujer, que haya dos mujeres o dos hombres juntos ocupando ese lugar del tango me parece que rompe con algo simbólico y con una determinada constitución de la sociedad. El tango queer implica la ruptura y la apropiación de todo un símbolo heterosexista. Y creo que el impacto que ha supuesto, ha ayudado a introducir otros cambios a nivel social, sin precedentes en Argentina, como la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo. Es cierto que, por más que haya leyes, siempre vamos a tener que estar luchando pero me parece que en este momento hay una gran aceptación, aunque sea porque hay que ser políticamente correcto.

¿Y cuenta con la misma aceptación en la cultura del tango?

El tango es una danza popular argentina y las danzas populares reflejan de alguna manera lo que pasa en una sociedad. Cuando inicié el proyecto del espacio Tango Queer, tenía en mente ofrecer una forma de pensar la sociedad de manera distinta. El tango en realidad ayuda a dar visibilidad a las personas. Se visibiliza una relación física entre dos personas. En la medida en que esas formas de relación se hacen evidentes, la gente se va acostumbrando y pierde miedos. Suele ocurrir que la primera vez que alguien toma contacto con la práctica del tango queer no entienda nada, la segunda vez le asusta, la tercera se acostumbra y la cuarta le gusta. En general, hemos conseguido una buena aceptación en el circuito del tango, incluso en espacios tradicionales. Milongas como la mía, La Marshall, Práctica Disociada de Tango y otras que ofrecen una dinámica parecida, distinta de la tradicional, funcionan bien. Nuestro Festival Internacional de Tango Queer fue declarado de interés cultural por la Presidencia de la Nación, contamos con el auspicio del gobierno y de otras instituciones, y este año, por primera vez, formaremos parte del Festival Internacional de Tango de Buenos Aires. Hay un avance sin precedentes en relación al tango en Argentina. No obstante, habría que evitar acomodarse y que se perdiera el carácter revolucionario del movimiento queer. Aún hay mucho en lo que pensar.

Sorprende averiguar que el tango queer, una versión tan crítica y subversiva del tango tradicional, no fuera originariamente porteño.

Lo que ahora se llama “tango queer” nació en Hamburgo. Ellas organizaron durante varios años un festival, anterior al porteño. Entiendo que el movimiento empezó fuera por el calado de la teoría queer, y porque en Europa, las mujeres podían bailar entre ellas con más facilidad. Acá estábamos más escondidas y bailar juntas implicó romper un montón de cosas. Desde luego, aunque el tango queer empezara en Alemania, cuando llegó el discurso a Argentina pegó rápidamente. Yo fui la primera en usar acá la expresión “tango queer” y lo hice, en parte, para establecer la conexión con la red internacional. En 2007, organizamos por primera vez el Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires e invitamos a las organizadoras del festival de Hamburgo. En la última edición, de 2010, invitamos a la ciudad de Berlín. Nos interesa apoyar a otros festivales e ir intercambiando desde lugares distintos, porque el tango se construye con gente de fuera y con gente de acá, y sin los extranjeros el tango no funciona. Es interesante seguir redefiniéndose.

¿Qué proyectas para el futuro?

La perspectiva queer era necesaria y aún sigue siendo necesario que se asiente. A mí me gustaría que esto creciera, que la milonga se instalase más, que haya más gente, y me gustaría ver qué pasa ahora.


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