Brasil: entre la emoción y las reformas

Brasil: entre la emoción y las reformas

La llegada de Rousseff a la presidencia brasileña abre muchas esperanzas a las mujeres del país. La jefa de Gobierno se ha ganado los primeros titulares de la prensa internacional ya que ha triplicado el número de ministras de su gabinete, pasando de tres a nueve. Este movimiento se puede interpretar como toda una declaración de intenciones, aunque se quedará en eso si no ahonda en reformas estructurales.

27/01/2011
Dilma Rousseff

Roberto Stuckert Filho / PR

“Desde este momento soy la presidenta de todos los brasileños”, dijo y tragó saliva para ahogar la emoción. Desde el pasado 1 de enero, Dilma Rousseff, economista,  exguerrillera y exministra, es la presidenta de Brasil. Como ella, miles de mujeres del país vivieron el momento con lágrimas en los ojos. “¡Podemos decir que tenemos una presidenta!”, fue el grito.

Más allá de lo simbólico y emotivo del momento, la llegada de Rousseff a la presidencia brasileña abre muchas esperanzas a las mujeres del país. Dos de ellas, Janaina Stronzake, dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), y Sarah De Roure, activista de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM), que se encuentran en Bilbao cursando un máster de Cooperación, analizan para Pikara los retos de la nueva presidenta con respecto a las mujeres, en un país que ha experimentado un notable crecimiento e influencia durante el mandato de Lula Da Silva.

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De momento, la jefa de Gobierno se ha ganado los primeros titulares de la prensa internacional ya que ha triplicado el número de ministras de su gabinete, pasando de tres a nueve. Este movimiento se puede interpretar como toda una declaración de intenciones, aunque se quedará en eso si no ahonda en reformas estructurales.

“Esperamos que las políticas que emprenda impacten positivamente en la vida de las personas, en la vida de la clase trabajadora, en la vida de mujeres. Esperamos que el Gobierno Dilma aumente los gastos sociales, la atención a la salud, las guarderías infantiles, las escuelas de tiempo entero, y la financiación para que las organizaciones feministas de las trabajadoras puedan mantener sus labores”, apunta Stronzake.

“Brasil entrega su destino con confianza a una mujer”, afirmó José Sarney, presidente del Senado y ex jefe de Estado, durante la investidura de Rousseff. Además del país carioca, en América Latina otros dos estados, Argentina y Costa Rica,  tienen presidenta, y hace poco dejó su cargo Michelle Bachelet en Chile. Para la dirigente del MST, “hemos llegado a este momento, no por una causa histórica, sino porque en los últimos 20 o 30 años las mujeres hemos peleado bastante”. Aunque queda mucho por hacer. “El proceso de organización de las mujeres ha creado espacios que han permitido que tengamos candidaturas de mujeres. Pero desafortunadamente, ninguna de estas son herederas directas del movimiento de mujeres en sus países”, dice De Roure.

Los votantes religiosos castigaron durante la campaña a Rousseff por manifestarse a favor de la despenalización del aborto, un derecho que la ley ampara en algunos casos, pero que en la práctica no se aplica y se criminaliza

Con lágrimas en los ojos, en su discurso de toma de investidura, Dilma Rousseff proclamó: “Mi compromiso es honrar a las mujeres, proteger a los más frágiles y gobernar para todos”.
La emoción por el proceso que está viviendo su país también ha marcado las reflexiones de Janaina y de Sarah. “La necesidad de cambiar la situación de las mujeres tiene que estar ubicada en un proceso de cuestionamiento más profundo. Si queremos cambiar la sociedad tenemos que cambiar la vida de las mujeres”, añaden.

Y Stronzake añade una nueva reflexión: “Las desigualdades estructurales en Latinoamérica fueron erigidas hace más de 500 años y están amparadas en un enriquecimiento de países del norte político. Las fuerzas que sostienen esa desigualdad, de clase, de género, de etnia, están activas, y se representan, hoy, especialmente en las grandes empresas transnacionales. Luego, acabar con esas desigualdades no depende de una persona, por más ganas que tenga. Y, tener el gobierno no significa tener el poder”.

Políticas esperadas

“Hay dos asuntos fundamentales para garantizar la autonomía de las mujeres: la legalización del aborto y el tema de las guarderías”, considera De Roure. El primer asunto marcó de manera significativa la campaña electoral, ya que los votantes religiosos (Brasil es el país católico más poblado del mundo) castigaron a la entonces candidata presidencial por manifestarse a favor de despenalizar el aborto y provocaron que hubiera una segunda vuelta en las elecciones presidenciales.

“A lo que Dilma públicamente se ha comprometido es a garantizar de hecho lo que ya estaba garantizado por ley. El aborto en Brasil está permitido en situación de riesgo de muerte para la madre o en caso de violación o del malformación del feto, pero en la mayoría del país no existen las posibilidades de llevarlo a cabo”, explica la activista feminista. A pesar de que exista amparo legal para determinados casos, “hay casos niñas violadas que están al final del embarazado esperando a que la justicia se pronuncie”, apunta Stronzake.

Ese es el verdadero drama para estas dos brasileñas. “En los últimos años, además de no aplicar el derecho, hemos vivido un proceso de criminalización de la práctica. Los médicos pueden ser detenidos. Por ejemplo, este año la cadena más grande de televisión de Brasil sacó un reportaje de 15 minutos del panorama del aborto ilegal, con el enfoque de por qué la policía no detiene a esta gente”, apunta De Roure con tono de enfado. Hace poco la policía entró en una clínica clandestina y sacó los datos de diez mil mujeres”.

El asunto no se queda aquí. “Nuestro código penal es de los años 40 y dice que cuando estás casada y estás con otro hombre estás cometiendo un crimen. No tiene sentido seguir con el mismo código penal. Dilma lo que dijo es que en su Gobierno las mujeres no serán criminalizadas por la práctica del aborto”, insiste De Roure. Y añade: “La mayoría de la mujeres que muere por aborto clandestino es porque no tiene dinero, las que mueren son las pobres. ¿De quién estamos hablando con la ilegalidad del aborto? No estamos hablando de las hijas de los jueces, médicos o políticos…”.

Según datos del Ministerio de Salud, alrededor de una de cada siete mujeres brasileñas menores de 40 años ha practicado al menos un aborto. “El aborto va a ser tratado como un problema de salud pública y no como un crimen o un problema individual de cada mujer. Y a partir de ahí se pueden lograr avances importantes”, apostilla Stronzake.

Las mujeres siguen cobrando un 60% de lo que cobra un hombre y cada 15 o 20 segundos una mujer es golpeada, a pesar de que existen leyes contra la violencia de género

La activista del MMM pone sobre la mesa la cuestión de las guarderías como otra de las preocupaciones, un asunto indispensable para lograr la autonomía femenina, porque en Brasil el 80% de los niños menores de dos años no tiene acceso a guarderías. El tercer tema clave para De Roure es el del sueldo mínimo, que es en el que se basa la economía informal, destino principal laboral de las mujeres, para marcar los precios de los productos.

Por otro lado, el gobierno de Lula realizó una política de documentación de mujeres, ya que muchas de las que vivían en zonas rurales carecían de cualquier tipo de credencial ciudadano. “Son políticas que esperamos que se profundicen”, apunta la dirigente del MST. En este terreno, también recuerda la necesidad de una reforma agraria, y de que se ponga freno al “agronegocio”. “Cuando las empresas transnacionales llegan, se apropian de las semillas y quitan saberes y capacidades productivas de las mujeres, que son las guardianas históricas de las semillas, están capacitadas y tienen saberes para garantizar y producir alimentos para toda la sociedad”, añade.

La conversación, que tuvo como marco una céntrica cafetería de Bilbao, finalizó abordando la cuestión de las libertades sexuales en Brasil. En el país carioca, ese que cuando buscas en Google aparece en primer plano una mujer ligerita de ropa, en el país del carnaval, no existe una legislación para regular a las parejas del mismo sexo. “La propuesta que hay no es muy distinta de lo que existe para las parejas de transexuales, a las que se puede reconocer como parejas estables después de cinco años de convivencia, pero sigue sin ser aprobada”, expone De Roure.
Y añade: “en Brasil se realiza el desfile gay más grande del mundo pero, desafortunadamente, esta manifestación, que podría ser muy importante para reivindicar derechos, se queda en una agenda de diversión; no hay cuestionamientos mayores. Salen más de un millón de personas a la calle, pero cuando miras al fondo no es más que un gran carnaval”.

“Sin cambios más estructurales en una sociedad, no lograremos la igualdad, ni libertades sexuales ni reproductivas”, apunta ahora Stronzake. Porque en Brasil, las mujeres siguen cobrando un 60% de lo que cobra un hombre y cada 15 o 20 segundos una mujer es golpeada, a pesar de que existen leyes contra la violencia de género.

Dilma Rousseff aparece de nuevo en la conversación ante los retos analizados. “Tenemos una presidenta, que era algo impensable hasta hace pocos años, y que esperemos que haga cosas importantes para las mujeres. Es mujer y eso tiene un peso simbólico importante”, insiste Janaina Stronzake con una sonrisa.

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